Reflexiones sobre la felicidad


¿Qué es la felicidad? Distintas definiciones

Son muchas las expresiones culturales que, históricamente, han abordado la temática de la felicidad, como uno más de sus tantos objetos de reflexión. Tal ha sido la atracción que la misma ha despertado que, en los últimos años, se ha convertido en objeto de estudio científico. 

Podríamos pensar que esta necesidad de reflexionar y conceptualizar acerca de la felicidad responde a diferentes intereses, uno de los cuales parece ser el descubrimiento de una “fórmula de la felicidad”, como una especie de poción mágica para alcanzarla, que a veces se presenta en la forma de pautas o instrucciones.  

Ahora bien, ¿qué entendemos por felicidad? En este campo, nos encontramos con múltiples y diversas definiciones, desde las conceptuales hasta otras más técnicas, siendo la neurociencia una de las ramas que más ha profundizado sobre este concepto. 

En primer lugar, consideraré una definición genérica, basándome para ello en la Real Academia Española (2020). Dicha institución define la felicidad como un “estado de grata satisfacción espiritual y física” (párr. 1). En otra de sus acepciones, la entiende como una “persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz” (párr. 2). Por último, afirma que la felicidad es la “ausencia de inconvenientes o tropiezos” (párr. 3). 

De estas definiciones, rescato las palabras “satisfacción”, que nos remite a cierto goce o disfrute; por otra parte, la felicidad es definida por su opuesto, es decir, por la falta de “inconvenientes o tropiezos”. Esta última definición me parece cuestionable, ya que no basta con no padecer ningún problema en nuestra vida para sentirnos felices. Más adelante profundizaremos en esta idea.

Si consideramos una perspectiva histórica, quienes tomaron por primera vez a la felicidad como objeto de reflexión fueron los filósofos, siendo uno de los principales referentes Aristóteles, quien la define como “una actividad de acuerdo con la razón y, mejor aún, es la autorrealización misma del sujeto, que actuando bien se hace a sí mismo excelente y, con ello, feliz” (Bosch, 2019, p. 41). 

Más cercana en el tiempo, la disciplina psicológica ha estudiado la felicidad desde una especialidad denominada Psicología Positiva, uno de cuyos principales referentes es Martin Seligman (2002). Éste afirma que “la verdadera felicidad deriva de la identificación y el cultivo de las fortalezas más importantes de la persona y de su uso cotidiano en el trabajo, el amor, el ocio y la educación de los hijos” (p. 3).

Si bien se trata de definiciones conceptuales, ya nos están dando algunos indicadores de lo que formalmente se entiende por felicidad. Ahora bien, ¿es éste el modo en la que la mayoría de las personas la definen? Dudo de ello, y me arriesgaría a decir que hay tantas maneras de entender la felicidad como personas en el mundo, ya que esta idea depende de múltiples factores, entre los cuales podemos incluir el contexto geográfico, social e histórico, características culturales, experiencias de vida, origen, entre otros. 

En este breve artículo, me propongo reflexionar acerca de algunas cuestiones vinculadas a la idea de felicidad, a fin de brindar algunas herramientas para pensar cómo vivimos esta realidad en nuestras vidas personales, y, ¿por qué no?, replantearnos el modo en que transitamos nuestro ser (¿o sentirnos?) felices. 

¿Somos o nos sentimos felices?

Una de las cuestiones a las que nos invita a reflexionar la temática de la felicidad es el siguiente dilema: ¿somos felices, o nos sentimos felices? Para arrojar cierta luz sobre el mismo, recurriremos nuevamente a las definiciones de estos dos verbos, ser y sentir.

Por un lado, el verbo “ser” significa, en una de sus acepciones, “esencia o naturaleza”, así como “modo de existir” (RAE, 2020, s/n). En este sentido, se refiere a un estado más o menos permanente, que caracterizaría a una entidad. 

Si tenemos en cuenta este concepto, podríamos pensar a la felicidad como un estado general y estable de satisfacción y goce de la propia vida, el cual resultaría de una reflexión acerca del conjunto de aspectos que la componen y afectan, encontrando una coincidencia entre el estado al que aspiramos y aquél que hemos logrado.

Por otra parte, uno de los significados del verbo “sentir” es “hallarse o estar de determinada manera” (RAE, 2020, párr. 11). Teniendo en consideración esto, podemos pensar que se trata de una característica que puede ser momentánea o pasajera, y que refiere a un modo de experimentar ciertas condiciones. Esto último se vincula a otro de los sentidos del término, según el cual significa “experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas” (párr. 1). 

De acuerdo a esta definición, la felicidad consistiría en un modo de hallarse en un determinado momento de nuestra vida, y bajo ciertas condiciones, el cual, si éstas mutan, puede también modificarse, dando cuenta de cierta inestabilidad.

 Ahora bien, ¿cuál de estos conceptos representa más acertadamente a la felicidad? Intentaremos responder esta pregunta en el siguiente apartado.

La felicidad como autopercepción

Siguiendo la línea de reflexión de los posts anteriores, nos preguntamos si el dilema planteado tiene una solución. Personalmente, creo encontrarla en la consideración de la felicidad como un estado autopercibido. 

Según Julián Pérez Porto y Ana Gardey (2020), la autopercepción se refiere a “la capacidad del ser humano de percibirse a sí mismo” (párr. 3). Más adelante afirman que, “gracias a la autopercepción, un individuo comprende sus emociones, su estado anímico y su situación sentimental” (párr. 4). 

Teniendo en cuenta esta definición, podemos pensar que la felicidad sería la autopercepción de una congruencia entre las aspiraciones personales para la vida y la situación real en la que se encuentra una persona en un determinado momento de su existencia, sin que esto implique una coincidencia absoluta entre ambas. 

Por otra parte, esta idea de felicidad autopercibida se vincula con el modo en que cada persona entiende y vive el ser feliz. Claramente, no podemos hablar de un estado universal de felicidad, ya que cada uno de nosotros tiene una idea particular sobre la forma de vida a la que aspira, planteándose ciertos objetivos, metas y proyectos particulares, que pueden diferir de los de los demás. Puede que mi felicidad se vincule con el bienestar de mi familia, mientras que, para otra persona, puede ser más significativo su desarrollo profesional, o las amistades. Por este motivo, es difícil pensar en la felicidad como algo que pueda medirse objetivamente, ya que los parámetros variarían de según quien haga la medición.

Retomando lo planteado en el post anterior, cabe mencionar que en las últimas décadas han surgido algunos enfoques que proponen que la felicidad sería algo medible, cuantificable, existiendo una especie de “felicidómetro”, es decir, un parámetro en base al cual se establecería qué tan feliz es una persona. El problema principal de estos enfoques es que se basan en una escala de prioridades que no todas las personas comparten, y que se vincula más con el concepto de calidad de vida (entendido desde un punto de vista material, en relación a la satisfacción de necesidades) que con la felicidad propiamente dicha, la cual también abarca la idea de autorrealización (es decir, el crecimiento personal), no siendo lo mismo esta última para todas las personas.

En conclusión, podemos decir que hay tantas formas de felicidad como personas en el mundo, siendo fundamental que se respete el modo en que cada uno la vive, siempre y cuando el mismo no perjudique a terceros. Será cuestión de que cada uno busque dentro de sí aquello que le permita autorrealizarse y sentirse satisfecho con la vida que lleva. Para esto, intentemos conectarnos con nuestros sentimientos y pensamientos, evitando comprar fórmulas mágicas de felicidad, que, en general, lo único mágico que tienen es que se esfuman en cuanto creemos lograrlas.

Felicidad: entre la autenticidad y la apariencia 

Desde el surgimiento de las redes sociales, muchas personas suelen compartir fotos y videos de sus momentos de “felicidad” … En los mismos, parecen estar disfrutando mucho, al punto tal de despertar envidia en algunos de sus seguidores, quienes se preguntan cómo hacen esas personas para estar felices todo el tiempo.

¿Será que realmente es así?... ¿O será, en verdad, que sólo nos muestran aquellos momentos en los que parecen felices? 

Creo importante diferenciar entre la felicidad sentida y vivida auténticamente, y la apariencia de felicidad, la cual generalmente está dirigida a otros… Y aquí vale hacer una aclaración: no veo nada malo en compartir los momentos felices de nuestras vidas con otras personas; es más, yo también lo hago en muchas ocasiones, y eso es parte de la felicidad que se vive y de la que se quiere hacer parte a quienes son importantes para nosotros… El problema surge cuando le damos más importancia al parecer que al ser, cuando pretendemos mostrar una felicidad que en verdad no estamos experimentando… Tal vez, en el fondo, lo que buscamos es autoconvencernos de que somos felices, o quizás sólo queremos hacerles creer a los demás que gozamos de una felicidad en verdad no sentimos.

Pienso que es importante preguntarse para quién queremos ser felices: si para nosotros mismos, lo cual nos llevará a buscar una auténtica felicidad, basada en nuestros proyectos y valores personales; o para otras personas, con lo cual corremos el riesgo de comprar una felicidad que no nos hace sentir plenos.

Quizás el reconocer que no nos sentimos felices nos obligue a replantearnos el modo en que aspiramos a esa felicidad en nuestras vidas, animándonos a recorrer nuevos caminos, en los que, tal vez, no tengamos compañía, al no ser la ruta de la mayoría… Pero, sin dudas, valdrá la pena el intento… A lo mejor, en ese recorrido, descubrimos que no es necesario llegar a la meta de la felicidad, que en verdad ésta se encuentra en el camino… Procuremos, al menos, disfrutar del paisaje y buscar buenos compañeros de viaje. 

Felicidad: ¿meta o camino?

Otra de las cuestiones interesantes en relación a la felicidad es el modo en que la entendemos y vivimos: si como una meta u objetivo final, o como un camino. 

Si tomamos en cuenta el concepto de “meta”, el mismo se refiere al “fin a que se dirigen las acciones o deseos de alguien” (RAE, 2020, párr. 2). En cuanto a “objetivo”, significa “punto o zona que se pretende alcanzar u ocupar” (párr. 7). 

Considerando estas definiciones, podríamos pensar la felicidad como algo a alcanzar, aquello para lograr lo cual actuamos, que se viviría en un momento puntual y finito de nuestra vida. Pareciera, de acuerdo a esto, que sólo se podría ser feliz al llegar a la meta… Pensemos en frases que muchos de nosotros hemos dicho o escuchado: “voy a ser feliz el día que me reciba”, “mi felicidad llegará cuando tenga una familia” … Esta forma de pensar y vivir la felicidad, como algo que debe ser alcanzado y en lo cual parece reunirse toda la satisfacción posible, puede llevarnos a que nos focalicemos exclusivamente en ese objetivo final, impidiéndonos disfrutar del recorrido hacia él… ¿Y si, por algún motivo, no llegamos a nuestra meta? Probablemente nos sintamos frustrados, como si en todo ese tiempo no hubiésemos hecho nada… Y, en realidad, sí hicimos… Estuvimos recorriendo el camino, viendo el paisaje, interactuando con nuestros acompañantes… lo cual ya nos da muchísimos motivos para sentirnos felices.

Tomemos un ejemplo para entender mejor la idea de felicidad como camino: cuando estudiamos, la mayoría de nosotros lo hacemos con el fin de obtener un título; ésa sería nuestra meta final, el lugar al cual queremos llegar. Sin embargo, en el recorrido vivimos muchas experiencias de las que podemos disfrutar, como la interacción con nuestros compañeros de estudio, el conocimiento acerca de los temas de las diversas materias, cientos de lecturas y debates, y la aprobación de exámenes y trabajos prácticos, instancias todas que también podemos vivir con felicidad… Puede que, por diversos motivos personales o ajenos a nosotros, dejemos esa carrera… En ese caso, ¿lo hecho hasta el momento habrá sido en vano? La respuesta a esa pregunta dependerá de nosotros… Podemos sentirnos frustrados por no haber llegado a la meta, pensando que todo nuestro esfuerzo no tuvo sentido… o podemos haber disfrutado del camino recorrido, y valorar todas las experiencias vividas durante el mismo. 

La ventaja de la segunda actitud es que nos permite ser felices siempre, sin necesitar de logros para ello… Esa alternativa suena más tentadora, ¿no les parece? Por el momento, animémonos a embarcarnos en el viaje de la vida, procurando disfrutarla lo más posible… Tal vez, cuando el camino se termine, nos demos cuenta de que en la travesía hemos sido muy felices.

La felicidad como mercancía

Otra de las formas en las que podemos pensar la felicidad es como una mercancía, un producto que se ofrece al mercado. ¿Te parece raro hablar de la venta de la felicidad? Yo nunca he escuchado un spot publicitario que diga “¡Felicidad, aquí! Satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero”… Es verdad, la felicidad no se ofrece al mercado de ese modo tan directo… Pero, ¿acaso no vemos personas sonriendo y pareciendo muy felices en gran parte de las publicidades que circulan en los medios de comunicación? Personas radiantes (en general, también representantes de un modelo de belleza hegemónico), pareciendo disfrutar intensamente de sus vidas, se incluyen en casi todas las publicidades, ya sea de un alimento, un electrodoméstico, una agencia de viajes o un perfume.

Si bien estos anuncios no ofrecen como producto la felicidad en sí misma, nos transmiten la idea de que, viajando con su empresa, consumiendo su producto o usando cierto aparato podremos sentirnos felices… Es un mensaje sutil, pero que suele calar hondo en los destinatarios de esos anuncios, especialmente porque sus protagonistas se presentan como radiantes y perfectos, transformados a partir del encuentro con el producto en venta. 

Lamento ser la aguafiestas de turno, pero estoy segura de que ningún producto, por más atractivo que parezca, nos asegurará la felicidad… Esta última no está a la venta, como si fuera algo ya preparado esperando que lo compremos… Si queremos experimentar la felicidad, debemos embarcarnos en un proceso de búsqueda personal, explorando los caminos que, creemos, pueden acercarnos a ella. 

Más que consumidores de felicidad, seamos como el artesano, quien, con su trabajo personal, va moldeando su vida, intentando darle una forma que le permita disfrutarla y autorrealizarse… Busquemos esa forma propia de ser felices, la cual, según dicen los artistas, ya se encuentra en nosotros, no siendo necesario más que sacar lo que está demás… Así de simple parece ser feliz.

El imperativo de ser feliz

Con el auge de la Psicología Positiva, de la que ya hablamos al comienzo de estas reflexiones, se instaló, en el imaginario social, la idea de que cualquier persona puede ser feliz, si se lo propone, ya que la felicidad dependería de la voluntad de cada uno. Esta idea, que, en sí misma, no parece tener nada de malo, ha sido malinterpretada, al punto tal que se ha transmitido el mensaje de que la felicidad no es sólo posible, sino también obligatoria, presentándose como un imperativo que todos debemos cumplir a rajatabla. 

Aquí, me interesa hacer una distinción: si bien es cierto que todos podemos alcanzar cierta felicidad, cuando la misma es impuesta como si fuera una obligación que no podemos incumplir, comenzamos a caminar por un terreno peligroso. ¿Qué pasa, por ejemplo, si realmente no nos sentimos felices? ¿Nos animaremos a reconocerlo abiertamente, a riesgo de ser señalados como fracasados por no haber alcanzado la felicidad? 

El imperativo de ser feliz lleva a que la felicidad pierda su esencia, convirtiéndola en algo obligatorio y no vivido libremente. Además, nos lleva a buscar ser felices a toda costa, arriesgándonos a perder momentos de felicidad reales por ir en busca de una felicidad ficticia (recordemos las reflexiones sobre ser o parecer feliz). 

No nos engañemos: es importante intentar experimentar la felicidad, y todos tenemos derecho a hacerlo. Pero cada uno lo hará a su tiempo y a su modo, no siguiendo fórmulas de felicidad, que podrán servir a algunos, pero no necesariamente tienen que sernos útiles a nosotros… sobre todo porque la felicidad dista bastante de la utilidad, vinculándose más con el placer y el disfrute. 

Cambiemos nuestro modo de pensar y plantearnos la felicidad: reemplacemos los “debo” por los “quiero” y “puedo”, abramos posibilidades libres que nos enriquezcan sin imposiciones. Sólo de esa forma podremos experimentar una auténtica felicidad, coherente con nosotros mismos, por más que no sea lo que nos venden los medios ni los expertos en el tema. 

El éxito, ¿un camino hacia la felicidad?

El último tópico en el que profundizaré en estas publicaciones es la relación entre el éxito y la felicidad. Como en otras ocasiones, partiremos de una definición conceptual. 

La RAE (2020) define el éxito como el “resultado feliz de un negocio, actuación, etc.” (párr. 1), la “buena aceptación que tiene alguien o algo” (párr. 2), o como el “fin o terminación de un negocio o asunto” (párr. 3). Estas definiciones incluyen algunas palabras que nos permiten acercarnos a la relación entre felicidad y éxito. 

La primera de ellas es “resultado”, a la que, justamente, está unido el término “feliz”. Podríamos pensar que, de acuerdo a esta definición, el éxito consistiría en un proyecto que es llevado a cabo de acuerdo a lo planificado, permitiendo obtener lo que pretendíamos. Un ejemplo sería el de una persona que quiere dedicarse a la música, y que finalmente logra grabar un disco que es escuchado por muchas personas, hace shows multitudinarios y sus canciones se vuelven populares. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que esta persona ha tenido éxito en su carrera, ya que ha podido cumplir con los objetivos que se ha planteado.

Esto se vincula con la segunda acepción del término “éxito”, la cual lo define como “buena aceptación” de algo o alguien. Siguiendo con el ejemplo propuesto, podemos pensar que el disco que graba esa persona es bien recibido por el público, difundido en los medios de comunicación y galardonado con diversos premios del rubro, concluyendo, nuevamente, que ha tenido éxito en su carrera musical.

Siguiendo con el ejemplo del post anterior, me pregunto: ¿esta persona se considera feliz al haber obtenido lo que se propuso? Algunos dirán: “por supuesto, ¿cómo no va a estar feliz?” … Yo no estaría tan segura… ¿Por qué? El logro de los propios objetivos no siempre nos permite sentirnos felices, si bien muchas veces es lo que pretendemos. La respuesta quizás se halle en la diferencia entre la felicidad proyectada y aquélla realmente experimentada. ¿En qué consiste esa diferencia? En la distancia que existe entre la forma en que pretendemos sentirnos al alcanzar nuestra meta, y el modo en que efectivamente nos sentimos.

A veces, ponemos todas nuestras expectativas en el logro de un solo objetivo, creyendo que, al alcanzarlo, nuestra felicidad será plena. Entonces, cuando lo logramos, pensamos que debemos sentirnos felices (aquí nuevamente aparece la felicidad como imperativo), porque era lo que queríamos… Nos obligamos a disfrutar de una felicidad que a lo mejor no sentimos, porque no queremos defraudarnos a nosotros mismos ni a quienes nos rodean.

Teniendo esto en cuenta, es fundamental que seamos sinceros con nosotros mismos, que reconozcamos qué cuestiones realmente nos hacen sentirnos felices. Además, es importante que apuntemos a vivir una felicidad acorde a nuestras posibilidades actuales, a fin de evitar posibles frustraciones, al pretender logros que en ese momento de nuestra vida es difícil que alcancemos. 

Tal vez la única fórmula mágica que nos hará llegar al éxito y a la felicidad, es aquélla que nos permita disfrutar de la propia vida, de la forma en que cada uno pueda y quiera… Podemos, al menos, intentar encontrarla o, mejor dicho, crearla nosotros mismos. 

Bibliografía:

Bosch, Magdalena (2019). La felicidad en Aristóteles. Fin, contemplación y deseo. Revista de filosofía, 16, 41- 60. Consultado de https://proyectoscio.ucv.es/wp-content/uploads/2019/09/AIF.-2-MAGDALENA-BASCH.pdf.

Gardey, Ana, y Pérez Porto, Julián (2020). Definicion.de: Definición de autopercepción. Consultado de https://definicion.de/autopercepcion/.

Real Academia Española (2020). Diccionario de la Lengua Española. Consultado de https://dle.rae.es/.

Seligman, Martín (2002). La auténtica felicidad. Ed. Zeta.

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