La complejidad de las relaciones humanas


Las relaciones sociales tienen una complejidad derivada de la misma realidad humana. Cada persona que se dispone a relacionarse con otra está poniendo en juego, lo quiera o no, toda su subjetividad (con sus pensamientos, creencias, sentimientos y fantasías), su historia personal y familiar, así como su situación contextual. Esto hace que cualquier encuentro con un otro, así sea ocasional, abra la posibilidad al malentendido. 

Por otra parte, las relaciones intersubjetivas se desarrollan en base a ciertos objetivos, conscientes o inconscientes, que nos llevan a buscar el acercamiento con otras personas; estos fines pueden ser desde la búsqueda de compañía, pasando por la necesidad afectiva, hasta la utilización de dicha relación con un interés secundario. En ese proceso, podemos anticipar cómo será ese encuentro, lo cual genera en nosotros ciertas expectativas acerca de ese momento y de la persona con la que nos vincularemos. Esto depende, además, de la historia de la relación (si es una persona desconocida, si tenemos con ella una relación formal, si existe un compromiso afectivo, hace cuánto tiempo nos conocemos, etc.).

Por otra parte, llegamos a ese encuentro con experiencias relacionales, que han marcado una ruta en el devenir de nuestros vínculos. Estas vivencias pasadas, por un lado, nos ayudan a anticiparnos a los nuevos encuentros, buscando los recursos necesarios para encararlos y desenvolvernos en ellos de forma segura. No obstante, las mismas pueden terminar siendo escollos para los nuevos vínculos, al encasillarnos en formas cristalizadas de relación que no siempre pueden desarrollarse con todas las personas, ni en cualquier circunstancia. 

A esto debemos añadir el contexto general en el que se desarrolla el encuentro, que incluye el lugar físico (o virtual), el nivel de formalidad del mismo, la diferencia cultural y generacional entre quienes se vinculan, así como los factores temporales que lo condicionan. 

Todos los aspectos mencionados hacen de las relaciones humanas realidades complejas, en las que el malentendido suele ser muy frecuente, derivándose del mismo la mayoría de los conflictos sociales.

Acerca del malentendido

Según la Real Academia Española (2005), un malentendido es una “mala interpretación, o equivocación en el entendimiento de algo” (párr. 1). Les propongo que nos detengamos en los elementos de esta definición:

Se trata de una interpretación, es decir, de una idea que se forma una persona o grupo sobre una cosa o situación, a fin de conocerla y comprenderla. Permanentemente estamos interpretando la realidad en base a nuestra propia cosmovisión, formada a partir de nuestra experiencia personal. Es imposible tener una idea totalmente objetiva de una situación, si por tal entendemos una noción completamente ajena a nuestra subjetividad. 

La definición habla de mala interpretación o equivocación. Si bien hay situaciones que son más objetivas que otras (por ejemplo, que algo sea rojo o azul, o que sea de día o de noche), incluso estas circunstancias tienen matices que se ponen en juego en el modo de comprenderlas (los colores tienen diversos tonos que pueden identificarse con un nombre u otro – como el verde o el azul petróleo – , y los momentos del día pueden ser nombrados de diversos modos – algunas personas llaman a las 19 o 20 hs. “tardecita” y otras la consideran “nochecita”). Por este motivo, a veces no es preciso hablar de “equivocación”, sino de de falta de comprensión mutua, es decir, de coincidencia entre las formas de comprender la realidad entre las partes involucradas en la relación. 

La definición hace referencia al entendimiento. En general, más que un error de interpretación, se trata de una diferencia entre la intención comunicativa del hablante y la forma en la que el receptor comprende su mensaje. Usamos una forma determinada para transmitir aquello que queremos expresar (el contenido del mensaje). Este mensaje es captado por el receptor, quien le otorga cierto significado, de acuerdo a su cosmovisión y experiencia de vida. Entre un mensaje y otro, puede haber diferencias significativas, que dan lugar a los malos entendidos en las relaciones humanas. 

Malentendido y conflicto

Tal como lo hemos descrito, el malentendido suele estar en la base de los conflictos humanos. 

Más allá de esto, como dijimos anteriormente, cualquier persona comprende las situaciones de la vida desde su propia cosmovisión y situación contextual. A su vez, cada situación puede ser percibida desde múltiples perspectivas; muy conocido es el dibujo en el que aparece un número que es observado por dos personas, una de las cuales lo interpreta, desde su punto de vista, como un 6, y la otra como un 9. Aquí se aprecia, representado de forma gráfica y concreta, cómo una diferencia de perspectivas puede hacer que dos o más personas entiendan una situación de formas distintas y hasta opuestas. 

El problema comienza cuando una o más partes involucradas, convencida/s de que su punto de vista es el único correcto, intenta/n imponérselo a las demás. Aquí suele iniciarse el conflicto, el cual, si bien es inherente a las relaciones humanas, no tiene por qué ser naturalizado como algo inevitable. El conflicto implica una puja de intereses, que lleva a cada parte a intentar que el suyo prevalezca frente al de los demás, lo cual se intensifica cuando estos intereses no sólo diferentes, sino también opuestos. Tomemos como ejemplo un conflicto muy frecuente durante esta época de pandemia: la necesidad de los locales gastronómicos de tener clientes, frente a la preocupación del Estado por el cuidado de la salud de la población, que ha llevado a tomar medidas como la suspensión de las actividades gastronómicas, ocasionando un perjuicio a este sector de la economía.

Por otra parte, debemos tener en cuenta que muchos de estos conflictos se derivan de desencuentros entre lo que una parte quiso expresar y lo que la otra interpretó de ese mensaje. A veces, el modo de expresar una idea puede ser comprendido por el otro de una forma diferente al sentido que quisimos darle cuando elegimos las palabras a través de las cuales lo transmitimos. Aquí surge el malentendido, y de él, si no es oportunamente aclarado, posiblemente el conflicto. 

Recomendaciones para una comunicación eficaz

Una comunicación eficaz es fundamental para lograr relaciones sociales saludables y enriquecedoras, evitando malos entendidos innecesarios. Muchas veces creemos haber sido claros al momento de comunicar nuestras ideas, pero omitimos hacer ciertas aclaraciones, dando por sentado que el otro va a comprender a qué nos estamos refiriendo, lo cual no siempre ocurre, por los motivos que describimos anteriormente.

Por esto, es importante considerar algunas recomendaciones para comunicarnos eficazmente en nuestros encuentros con otras personas. Las comparto a continuación:

Tener en cuenta el tipo de relación en cuyo marco tendrá lugar ese acto de comunicación: no es lo mismo comunicarnos con un amigo o pareja, que con un jefe o un empleado de una oficina estatal. La relación es la que indica el estilo comunicativo más adecuado para la ocasión. 

De ser posible, anticipar la situación de comunicación: si ya sabemos que necesitamos o queremos comunicarnos con una persona o grupo, podemos anticipárselo, y de ser posible, también expresar el motivo de la comunicación, para que la otra parte pueda darle a ese encuentro la importancia y el tratamiento que requiere. 

Buscar un equilibrio entre la espontaneidad y la estructura: toda situación de comunicación se desarrolla siguiendo cierta estructura, que puede ser más o menos rígida, de acuerdo al contexto. Lo ideal es intentar seguir un esquema de interacción, que permita, a su vez, cierta flexibilidad, a fin de que la comunicación fluya naturalmente, sin ser errática. 

Considerar los aspectos verbales, paraverbales y no verbales de la comunicación: el primero hace referencia al mensaje verbal en sí, es decir, aquello que decimos. El segundo incluye el tono y volumen de voz, así como el ritmo de enunciación. Por último, los aspectos no verbales son los gestos, la postura y, en general, todo lo que transmitimos a nivel corporal.

Estar atentos al feedback comunicacional: éste hace referencia a aquello que recibimos como respuesta a nuestro acto comunicativo, es decir, lo que la otra parte hace y dice a partir de nuestra comunicación. Durante un diálogo, este feedback es continuo para ambas partes, ya que se da un ida y vuelta de mensajes de un interlocutor al otro. Si la conversación es presencial (como ser, una charla con un amigo), tenemos la posibilidad de pedir aclaración o darla en el momento; en cambio, si se trata de una comunicación indirecta (como ser, a través de mensajes digitales), el tiempo entre un mensaje y otro puede dar lugar a interpretaciones descontextualizas de aquello que estamos comunicando, siendo mayor el riesgo de malos entendidos. 

Priorizar la comunicación cara a cara: siempre que sea posible, es preferible comunicar las cosas directamente a la persona a la que queremos decirle algo, de forma presencial. Esto hace que ambas partes puedan captar todos los aspectos inherentes al acto comunicativo (verbales, paraverbales y no verbales), y permite que, en caso de que surja algún posible malentendido o duda, pueda ser aclarado en el momento, evitando futuros conflictos. 


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