Reflexiones en el Día Internacional del Libro



Mi amor por la lectura data de mis años de adolescencia… Comencé mi incursión en el mundo del libro con unas novelitas románticas que venían en edición de bolsillo, las primeras de ellas heredadas de mi mamá y sus hermanas. A medida que iba creciendo, fui probando otros tipos de lecturas, más vinculadas a mis intereses académicos… Siempre he sido abierta a leer todo tipo de libros, incluso aquéllos que no me llaman la atención especialmente. 

Si bien actualmente dispongo de poco tiempo para la lectura, suelo llevar un libro conmigo… Es un fiel compañero que puede hacer más ameno el paso de las horas. En la lectura descubrí un universo muy rico… Historias que me atraparon, otras que me aburrieron y se me hicieron difíciles de terminar (aunque nunca he dejado un libro inconcluso – hay un TOC de por medio allí, lo reconozco).

También encontré en los libros excelentes herramientas de aprendizaje; en muchas ocasiones, sus líneas me invitaron a la reflexión, sembrando semillas que más adelante han dado sus frutos en algunos de los textos que he escrito, y que he compartido por este medio. 

Tengo el privilegio de saber leer y escribir, y no sólo como funciones cognitivas, sino como actividades que me enriquecen como persona y como profesional… Creo que dejarlas de lado, teniendo la posibilidad de hacerlas, es un acto de injusticia para quienes no han tenido acceso a ellas. Poder nutrirnos de ideas ajenas, reflexionar sobre ellas y elaborar otras propias es un acto de libertad… Actualmente, tenemos acceso a material de lectura inaccesible algunas décadas atrás. Intentemos sacarle el mayor provecho posible a eso, y tratemos, de acuerdo a nuestro alcance, de facilitar su acceso a quienes tal vez no cuentan con los medios necesarios para tener libros propios. 

Entiendo que prestar libros no es un acto sencillo para muchas personas… Los libros son objetos, pero también depositamos en ellos sentimientos, experiencias, expectativas… Esto hace que, a veces, mantengamos con ellos una relación personal y afectiva, que hace que prestarlos se torne una tarea difícil. No obstante, el libro no está para coleccionar (a pesar de que a mí también me gusta tener mi propia biblioteca).

Más que acumuladores de libros, intentemos ser panales… aquéllos en los que los libros han dejado su rastro, como, de acuerdo a las palabras de James Russell Lowell, “las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”… Ayudemos a que ese polen se multiplique…

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