El bullying... no es cosa de niños


Hoy quiero contarles una experiencia personal, a modo de ejemplo de lo que puede sentir una persona que sufre bullying.
Mientras cursaba la escuela secundaria, sufrí bullying … Fui uno de esos estudiantes a los que se suele “agarrar de punto”, siendo objeto de bromas y burlas que en muchos casos resultaban ofensivas y violentas. 
En esa época, no se hablaba de “bullying” como problemática social, debido a que conductas de ese tipo estaban totalmente naturalizadas y reducidas a “cosas de chicos”. Claramente, eso no evitaba los efectos dañinos que producen en sus víctimas. 
Como sucede frecuentemente en las situaciones de bullying, en mi caso, la característica personal que sirvió de excusa para las agresiones fue mi distracción (la cual conservo hasta el presente – lo saben quienes me conocen personalmente)… A partir de situaciones que tenían lugar en el espacio del aula, mis compañeros se divertían sacándome mis útiles personales, acción de la que no me percataba por estar concentrada en las actividades escolares. Esto derivó en que comenzaran a decirme “opa”, mote ofensivo con el que pretendían referirse a mi “estupidez”. 
Si bien inicialmente fue un grupo de compañeros el que comenzó con las agresiones, luego casi todo el curso se unió a ellos… Esto es algo que suele suceder en las situaciones de bullying, en las cuales, quienes no participan como victimarios o víctimas, prefieren unirse al grupo poderoso, a fin de evitar ser el próximo objeto de violencia. 
Afortunadamente, con el paso de los años el bullying comenzó a ser considerado un problema serio de violencia escolar, tomando conciencia de las graves consecuencias que puede tener en sus víctimas, algunas de las cuales han llegado a quitarse la vida a raíz de las agresiones sufridas. 
Por suerte, ése no fue mi caso… Conté con la posibilidad de trabajar en torno a las situaciones vividas en espacios terapéuticos… Esto me permitió sanar mis heridas, y posicionarme de otro modo frente a mí misma y a los demás. No obstante, no todas las personas víctimas de bullying cuentan con esa posibilidad, o pueden cicatrizar esas lesiones emocionales de un modo satisfactorio.

¿Qué podemos hacer para frenar el bullying?

Si sos niño o adolescente…

- Evitá las actitudes violentas hacia tus compañeros, por más que parezcan o pretendan ser bromas. Nunca sabemos cómo puede tomarlas el otro, y qué efectos puede provocar en él/ella.

-      Denunciá las situaciones de bullying que veas en tu escuela o alrededores, o de las que te enteres. Esto ayudará a que las mismas se interrumpan o no se repitan. 

- Si sos víctima: no te quedes callado… Hablá con un adulto de confianza, sea mamá, papá o algún docente… Comentales lo que estás viviendo, seguro ellos podrán ayudarte a buscar una solución.

- Si sos el/la agresor/a: preguntate si lo que estás haciendo puede dañar a otra persona… Pensá cómo te sentirías si te hicieran lo mismo a vos. 

- Si sos espectador/a: no festejes las situaciones de violencia, ni seas neutral frente las mismas… Si no te animás a intervenir directamente para frenarla, llamá a algún adulto que pueda hacerlo. 

Si sos adulto (madre/padre, docente, etc.)…

- Hablá con tu hijo/alumno sobre el bullying y sus efectos, haceles saber que agredir a compañeros puede tener efectos perjudiciales tanto en las víctimas como en sí mismos como agresores. 

- Estate atento a cualquier situación sospechosa que ocurra entre estudiantes, para intervenir frente a las mismas, o solicitar el asesoramiento del equipo interdisciplinario de la institución.

- Si tu hijo/a es víctima: mostrate dispuesto a escucharlo, no lo juzgues ni despotriques contra los agresores. Hacele saber a tu hijo/a que cuenta con tu apoyo frente a dicha situación, Acercate a la escuela para informarlos de lo que está ocurriendo, y buscar juntos una solución al problema. 

- Si tu hijo/a es agresor/a: hablá con él/ella para averiguar qué lo está llevando a comportarse de ese modo. Hacele saber que lo que está haciendo es dañino, y piensen juntos posibles estrategias para cambiar la situación. Apelá a la empatía para que tu hijo/a pueda ponerse en el lugar de la víctima y entienda cómo puede sentirse.

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