Los vínculos en tiempos de virtualidad
Es indudable que Internet y todo lo que ella trajo consigo, han afectado profundamente nuestro modo de vincularnos a nivel social. La gran red abrió nuevas vías de comunicación, que implicaron la posibilidad de acercar a personas y/o grupos muy distantes físicamente, compartiendo un nuevo espacio (virtual)- tiempo distinto a aquél del encuentro cara a cara.
Esto permitió que nos contactáramos con personas con quienes no teníamos un vínculo en el mundo “real” (como contracara del “virtual”), a partir de afinidades de gustos e intereses. Sin dudas, ésta fue una gran ventaja en muchos sentidos, posibilitando tejer redes virtuales que sostuvieron muchos procesos del mundo real, siendo uno de los campos más beneficiados el comercial y profesional.
Por otra parte, la “gran red” nos permitió mantener contacto con personas allegadas que se encontraban en lugares distantes, con el agregado de la inmediatez de los intercambios, la cual no se halla en otras formas de comunicación frecuentes en el pasado, como el correo postal.
Estas ventajas se pusieron de manifiesto especialmente en la pandemia que estamos viviendo, siendo internet, en muchas ocasiones y durante largo tiempo, la forma de contacto exclusiva entre ciertos grupos e instituciones.
Más allá de estos obvios beneficios de la aparición de Internet en nuestras vidas (que nadie se atrevería a negar), no todo parece color de rosa, ya que la web, junto con todos los dispositivos tecnológicos a través de los cuales se puede acceder a ella, también ha provocado algunos efectos no del todo felices en nuestros modos de relacionarnos, separándonos más que acercándonos a los demás en muchas ocasiones.
Les propongo que reflexionemos sobre las consecuencias de la virtualidad en los vínculos humanos, intentando arrojar una mirada crítica que nos permita potenciar las ventajas de internet, mientras pensamos de qué forma podemos superar las trabas que su uso ha significado en algunas esferas de la vida cotidiana.
Tecnología e internet: ¿amigos o enemigos?
En términos generales, podemos decir que las creaciones humanas no son esencialmente “buenas” ni “malas” (más allá de la relatividad de estos adjetivos como valoraciones, lo cual merecería un debate aparte). La tecnología e internet no son la excepción, ya que sus efectos dependerán del uso que se haga de ellos, así como de la finalidad con la que se los aplique.
Más allá de esto, podemos observar posiciones extremas en relación a la tecnología: así como algunos miembros de generaciones mayores (y no tanto) la demonizan, adolescentes y jóvenes (y algunos adultos también) suelen idealizarla. Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, en quienes resuelven absolutamente todo a través de dispositivos electrónicos, sintiéndose perdidos si no pueden usarlos; en el otro extremo, vemos personas que directamente no saben cómo encender una computadora y no usan celular. En ambos casos, se evidencia una visión reduccionista y sesgada de la tecnología, que no contempla todos los matices que la misma implica.
En verdad, el problema no reside en los dispositivos y funciones tecnológicas, los cuales son simplemente herramientas y, como tales, pueden ser usadas con fines constructivos o no, dependiendo más de las intenciones del usuario en cuestión que de la tecnología en sí. La dificultad emerge de la importancia que las personas le otorgan, y el lugar que, consecuentemente, ocupan en sus vidas. En conclusión, es importante apuntar a un uso consciente y responsable de la tecnología, tratando de discernir en qué momentos recurrir a ellos, y en cuáles dejarlos a un lado, priorizando el encuentro personal. Esto nos permitirá aprovechar sus ventajas, sin descuidar nuestros lazos sociales y afectivos, evitando alienarnos en su uso.
Vínculos reales vs. Vínculos virtuales. ¿Dicotomía o complementariedad?
La aparición de la tecnología, junto con las redes sociales que se utilizan a través de sus dispositivos, significó un cambio importante en nuestro modo de vincularnos. Si bien antes existía el teléfono de línea, la invención de las computadoras y celulares modernos trajo consigo un sinfín de posibilidades de comunicación e intercambio, impensado décadas atrás. La principal de ellas fue la comunicación virtual, es decir, sin la presencia física de los interlocutores. Llamadas y videollamadas, mensajería instantánea, redes sociales, videoconferencia, correos electrónicos, etc., permitieron que las personas se comunicaran con otras sin compartir un mismo espacio (en el caso de los intercambios en vivo) y/o tiempo (en los medios de comunicación diferida).
Fue tal el avance de la comunicación virtual, que en muchos casos terminó cobrando más importancia y hasta reemplazando a la comunicación cara a cara. Una muestra de ello encontramos en las reuniones sociales a las que las personas suelen asistir con sus dispositivos tecnológicos, especialmente sus celulares, dando a veces más importancia a lo que sucede en ellos que al intercambio con sus acompañantes. Actualmente, es muy frecuente ver a un grupo de personas, sobre todo de edades jóvenes, en el que cada uno está atento a su celular, sin comunicarse ni relacionarse entre sí. Teniendo en cuenta esto, me pregunto hasta qué punto los dispositivos tecnológicos enriquecen las relaciones sociales, y cuándo comienzan a entorpecerlas, siendo escollos para el verdadero encuentro.
En conclusión, la tecnología puede enriquecer o empobrecer las relaciones sociales, en función del uso que le demos y de los momentos en que recurramos a ella. A veces, es preferible postergar la lectura de un mensaje de WhatsApp para priorizar la conversación que estoy manteniendo con quien tengo en frente. Esta última va a terminar cuando ambos nos separemos físicamente, mientras que el mensaje seguirá allí. Dejemos un segundo el celular de lado, y aprovechemos a quien nos ha elegido para compartir un rato de su vida, lo cual es muy valioso, especialmente en los tiempos que corren.
Virtualidad: ¿escudo o prisión?
En este apartado, me interesa reflexionar acerca de dos formas en las que el mundo virtual suele afectar negativamente a quienes hacen uso de él. Para ello, me basaré en dos metáforas: el escudo y la prisión.
• Virtualidad como escudo: ¿cuál es la función de un escudo? Proteger, cubrirnos, evitar el daño… Si pensamos en la virtualidad y todo lo que ello implica, ¿cuántas personas se protegen en ella para darse a conocer, o difundir sus pensamientos y/o sentimientos, evitando ser heridos en el intento? ¿Cuántas se muestran tal cual son detrás de un nombre falso, porque no se animan a presentarse a los demás blanqueando su identidad? ¿Cuántas, lamentablemente, se escoden detrás de un perfil falso para dañar, insultar, denigrar…?
Si bien muchas veces el encuentro virtual puede parecer más sencillo de enfrentar que el presencial, escondernos siempre detrás de una pantalla evita que tengamos verdaderos encuentros humanos, en cuerpo y alma. A pesar de que la corporalidad también se pone en juego en lo virtual (a través de imágenes y sonidos), hay algo de nuestro ser corpóreo que excede al intercambio que las pantallas habilitan. ¿Y qué pasa cuando no nos animamos a salir de la trinchera virtual para encontrarnos físicamente con los otros? Sin dudas, podemos sentirnos más seguros allí, pero nos perderemos lo rico de las miradas cara a cara, el abrazo cálido (ese que hemos extrañado tanto durante la pandemia), los olores que muchas veces nos recuerdan a nuestros afectos…
Escondernos detrás de la virtualidad puede protegernos por un tiempo, pero en algún momento nos veremos obligados a salir de ese refugio, para enfrentar el mundo real… Sólo así podremos disfrutar de la riqueza de los vínculos humanos, no sólo en dos dimensiones, sino con todo nuestro ser.
• Virtualidad como prisión: por otra parte, la virtualidad puede implicar, para algunas personas, una prisión de la que sienten que no pueden salir. Esto se ha puesto de manifiesto especialmente durante la pandemia que estamos viviendo. ¿Cuántas personas se han cansado de pasar horas frente a una pantalla, de contestar mails y tener reuniones virtuales, clases por Zoom y hacer trabajos en computadora?
Por otra parte, el mundo virtual puede convertirse una prisión de la que el recluso no es consciente. Es el caso de aquellas personas que no pueden parar de revisar sus redes sociales, mensajes y mails, cuyos momentos se ven todo el tiempo interrumpidos por mensajes procedentes de diversos programas virtuales, teniendo dificultades para dejarlos de lado, a fin de priorizar lo que están viviendo aquí y ahora.
La diferencia entre una situación y la otra es que, en el primer caso, el prisionero es consciente de su situación, por lo cual puede hacer algo para cambiarla (por ejemplo, establecer días y horarios para conectarse); mientras que, en el segundo, no registra su necesidad permanente de estar conectado, lo que hace más difícil que pueda modificar esta actitud.
En conclusión, y retomando lo expresado anteriormente, la virtualidad en sí misma contiene infinitas posibilidades de desarrollo y enriquecimiento, dependiendo de cada uno lo que haga con ellas. Puede ser un trampolín para tomar impulso hacia el crecimiento, o una cadena que lo aprisione. Todos estaremos de acuerdo en que es preferible la primera opción, a pesar de que, sabemos, no siempre es la más sencilla… ¿Quién sabe? A lo mejor, vale la pena el intento.
La pandemia: un desafío tecnológico
El título de este apartado puede despertar cierta inquietud, y hasta desconcierto. ¿En qué sentido la pandemia ha supuesto un desafío a nivel tecnológico?
Es sabido que, desde que ésta comenzó, muchas actividades que tradicionalmente se llevaban a cabo de forma presencial, pasaron a realizarse en modo remoto, utilizando para ello internet y dispositivos tecnológicos. Esta situación llevó a que el uso de los mismos (ya de por sí elevado) se multiplicara aún más, pasando a ocupar prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Teletrabajo, terapia virtual, educación a distancia, son sólo las principales actividades que se han desarrollado mayormente de forma remota durante la pandemia, lo cual implica que gran parte del tiempo diario ha transcurrido detrás de una pantalla, con reuniones o clases virtuales, conectados a plataformas, usando redes sociales o programas de mensajería.
Más allá de que, en pleno siglo XXI, estamos habituados al uso de dispositivos tecnológicos, hasta ahora lo hacíamos en los momentos en que lo deseábamos, o cuando lo necesitábamos para alguna cuestión en particular. A partir del comienzo de la pandemia que aún mantiene en vilo al mundo, la incorporación de dichos medios se convirtió en obligatoria, dependiendo de ella la continuidad de las actividades mencionadas anteriormente.
A esto debemos añadir el uso de dichos dispositivos durante el tiempo libre, especialmente durante el período de aislamiento obligatorio, en el cual no era posible realizar actividades recreativas fuera del hogar, lo que hizo que se multiplicara notoriamente su uso.
Esta situación nos puso frente a un desafío: ¿cómo potenciar las ventajas de la tecnología, sin caer en una tecnoadicción?
Actualmente, no estamos en situación de aislamiento obligatorio, por lo que podemos salir de nuestras casas a hacer actividades al aire libre, o en lugares cerrados respetando el protocolo sanitario. Aun así, seguimos pasando muchas horas detrás de una pantalla, ya sea trabajando o estudiando, o bien entreteniéndonos.
¿Qué podemos hacer para cambiar esta situación? A continuación, les dejo algunos consejos:
- Si estás haciendo teletrabajo, establecé un lugar y un tiempo para conectarte con el objetivo de realizar cuestiones relativas a lo laboral, intentando dejar tiempos sin conexión.
- Buscá actividades recreativas que no impliquen el uso de tecnología. Algunas opciones son la lectura, las artes plásticas, un paseo al aire libre, juegos de mesa, deporte, etc.
- Apagá internet de tu celular cuando vayas a dormir o a realizar alguna actividad que requiera concentración, a fin de que los mensajes y notificaciones no te distraigan.
- No lleves tu celular a todos los lugares de tu casa, trabajo o cada vez que salís. Evaluá la real necesidad de tener el móvil con vos, y dejalo de no ser imprescindible.
- En reuniones sociales, evitá consultar tu teléfono móvil a cada rato; de ser posible, guardalo o sacalo de tu vista, y revisalo cada tanto, sólo para verificar si recibiste alguna comunicación importante.
Virtualidad y ansiedad
Estoy con mi teléfono celular en cualquier lugar, con los datos móviles activados o conectada a wi fi… En un momento escucho el tono que me avisa que me ha llegado un nuevo mensaje. Tomo el celular, que hasta entonces estaba en mi cartera, y lo reviso. Ya que tengo el celular en la mano, aprovecho para revisar mis redes sociales, y por las dudas mi correo electrónico… Entre tanto, me llega un nuevo mensaje…
¿Quién de nosotros no ha vivido una situación como ésta? Actualmente, los teléfonos móviles son mini computadoras que contienen prácticamente todas las funciones tecnológicas que usamos en nuestra vida cotidiana. Esto hace que recurramos a ellos en muchas ocasiones, y que estemos pendientes de cualquier notificación que nos llegue.
Si bien estar hiperconectados tiene muchas ventajas, también puede despertar en nosotros sensaciones que no siempre son placenteras. La principal de ellas es la ansiedad, la cual suele ser vivida como un estado de intranquilidad y alerta por lo que puede suceder (en este caso, la posible recepción de algún mensaje a través de nuestro teléfono móvil).
Sentir que tenemos que estar todo el tiempo alertas a nuestro celular porque en cualquier momento puede llegarnos una notificación, no nos permite relajarnos y enfocarnos en lo que estamos haciendo aquí y ahora, ya que parte de nuestra mente está atenta a lo que pasa con nuestro móvil. Esto se vincula con lo planteado en posts anteriores, en relación al modo en que la tecnología muchas veces interfiere en nuestros vínculos, lo cual se materializa en personas que, estando con otras, revisan permanentemente sus celulares, ya sea para leer un mensaje o para navegar en alguna red social. Esta actitud puede despertar sensaciones de ansiedad y malestar en quienes se hallan con esa persona, al sentirse desplazados por la tecnología.
Otra de las formas en las que se manifiesta la ansiedad en relación a la tecnología es la urgencia por recibir una respuesta. En relación a esto, cabe mencionar que los programas de mensajería instantánea permiten la respuesta diferida, siendo posible contestar un mensaje cuando cada persona puede y/o quiere. Esto conlleva la posibilidad de que, cuando mandamos un mensaje, éste no sea respondido cuando nosotros queremos, sino de acuerdo a los tiempos del receptor. No todas las personas tienen el suficiente respeto por este ritmo ajeno, por lo cual pueden mostrarse impacientes frente a la falta de respuesta inmediata, entendiendo como urgente una situación que tal vez para su interlocutor no lo es (aquí se pone en juego la idea de urgencia subjetiva, que responde a los deseos y necesidades personales, más que a la situación real). El reclamo de una contestación rápida puede ser mal recibido por la otra parte, derivando en un conflicto que podría evitarse.
Enfatizo la importancia de apuntar a un consumo equilibrado de las tecnologías, dándoles la utilidad necesaria en cada momento y evitando caer en una tecnoadicción, la cual, como ya vimos, puede traer aparejados otros síntomas como la ansiedad. De este modo también nos ahorraremos algunos conflictos sociales que pueden derivarse del uso excesivo de los dispositivos electrónicos.
Si bien es muy útil estar conectado virtualmente con otros, más importante aún es conectarnos social y afectivamente con quien tenemos al lado… Internet puede cortarse alguna vez; no permitamos que pase lo mismo con nuestros vínculos… Puede que, en ese caso, la señal no regrese con la misma intensidad que antes.
Redes sociales: vinculándonos entre la realidad y la virtualidad
Hoy en día, en pleno siglo XXI, las redes sociales virtuales se han popularizado tanto que son pocas las personas no usuarias de alguna o varias de ellas. Las mismas permiten vincular entre sí a personas que pueden o no conocerse en la vida real.
Cada red social tiene sus propios modos de nombrar el tipo de vínculo que liga a las personas que la conforman. En Facebook tenemos “amigos” o “contactos”, en Instagram y Twitter, “seguidores”, en You Tube, suscriptores, entre otras. Cada una de estas acepciones tiene implicancias diferentes. Detengámonos en la más popular de ellas: “amigos”.
• “Amigos”: esta expresión hace referencia, en la vida real, a personas que mantienen entre sí una relación de camaradería e intimidad, con afecto mutuo. De esta forma designa la red social Facebook a las personas unidas por medio de ella. Esto resulta paradójico, ya que muchos de los perfiles que tenemos en nuestro Facebook son meros conocidos, e incluso puede que nunca nos hayamos encontrado con ellos cara a cara, y simplemente los agregamos con intereses comerciales, laborales o académicos. Se observa aquí cierta banalización de las relaciones de amistad, las cuales, en verdad, requieren del establecimiento de un vínculo de confianza e intercambio en el que compartimos con el otro parte de nuestra vida.
• “Contactos”: ésta es una expresión más acorde al tipo de vinculación que suele establecerse entre perfiles de una red social. Un contacto es una zona compartida, un área en la que se tocan dos o más partes. En general, nuestros contactos de redes sociales suelen ser personas a las que podemos conocer o no en la vida real, con las cuales nos une algo, ya sea un interés, una actividad o la pertenencia a un grupo. Es bueno diferenciar amigos de contactos, y tener en cuenta que, si en nuestra red social tenemos muchos de estos últimos, lo que compartamos en ella llegará a personas con las que tal vez no tenemos una relación de intimidad; de ahí la importancia de ser criteriosos al momento de hacer una publicación. En relación a esto, algunas redes sociales tienen la opción de limitar el público que puede ver las publicaciones (Facebook permite decidir si una publicación puede ser pública o sólo para amigos; Instagram tiene la opción de compartir historias a “mejores amigos”). Son importantes recursos para evitar exponernos innecesariamente.
• “Seguidores” o “suscriptores”: la primera expresión es usada por Instagram, y la segunda por You Tube. Ambas hacen referencia a quienes están interesados por las publicaciones de una determinada cuenta. La relación entre el titular de la red social y sus seguidores está vinculada con el interés que puede despertar en estos últimos el material compartido por aquél, no siendo necesario que haya una relación entre ambas fuera de la red social (más allá de que, en muchos casos, puede gestarse una relación en el mundo real a partir de una primera conexión virtual). Otra particularidad de estas condiciones es que la relación no necesariamente tiene que ser recíproca: yo puedo seguir a una cuenta que no me sigue, y viceversa.
En conclusión, lo que diferencia entre sí a las 3 categorías descritas es el grado de intimidad entre los involucrados. Es importante tener en cuenta esto para evaluar el tipo de publicaciones que hacemos en las redes, evitando exponer cuestiones íntimas a personas desconocidas o con las que no tenemos una relación de confianza. No olvidemos que no todas las personas guardan el mismo respeto por la intimidad ajena, habiendo algunos malintencionados que pueden hacer un mal uso del contenido compartido, vulnerando nuestra integridad física, psíquica y social. Si bien lo que hagan los demás con nuestras publicaciones no es responsabilidad nuestra, si damos acceso a material personal a cualquier persona, corremos ciertos riesgos. Como dice el refrán, “más vale prevenir que curar”. Seamos criteriosos con nosotros mismos y con los demás.
La educación y el trabajo: dos actividades transformadas por la virtualidad
A modo de conclusión de estas reflexiones, quisiera detenerme en los cambios que la virtualidad trajo aparejados en dos ámbitos muy importantes de la vida: la educación y el trabajo. Si bien antes de la pandemia ya existían la educación a distancia y el home office, con la llegada del coronavirus y el comienzo del aislamiento, estas modalidades se convirtieron en obligatorias en muchos casos, y en optativas en otros.
A continuación, analizaremos algunos de los efectos de la virtualidad en ambas esferas.
• Consecuencias de la virtualidad en la educación: en esta área, se han podido observar fortalezas y debilidades. Entre las primeras, cabe destacar que internet permitió la continuidad de los procesos educativos, la cual habría sido imposible de no contar con herramientas como plataformas de videoconferencia, correos electrónicos, campus virtuales, redes sociales, etc. Es muy probable que, de haberse dado una situación similar algunas décadas atrás, los procesos educativos se habrían interrumpido, ya que no existían tantos recursos tecnológicos, y gran parte de la población no tenía acceso a internet. En el ámbito universitario, una de las principales ventajas fue la posibilidad de cursar carreras y especializaciones inaccesibles para ciertas personas en modalidad presencial, debido a que se dictan en ciudades distantes de sus residencias. De igual forma, la virtualidad permitió convocar docentes oriundos de otras ciudades, cuya participación en forma presencial tal vez no habría sido posible.
Por último, cabe mencionar la rica oferta académica, formal e informal, que estuvo a disposición especialmente durante el período de cuarentana obligatoria. Vivos por las redes sociales, capacitaciones virtuales, muchas de ellas gratuitas o con costos accesibles, seminarios abiertos, fueron algunas de las formas de difusión de conocimientos que tuvieron un crecimiento notable durante estos meses, permitiendo compartir saberes y experiencias entre profesionales y público en general, lo cual significó un enriquecimiento mutuo para todos los participantes.
Por otra parte, la educación a distancia también ha tenido sus puntos débiles. El principal de ellos es la falta de acceso equitativo a recursos tecnológicos, lo cual hizo que parte del estudiantado y profesorado quedara excluido de los procesos educativos. Esta desigualdad tecnológica, si bien siempre existió, se puso en evidencia durante la pandemia, siendo muchos los alumnos que no pudieron participar de todas las instancias académicas por no contar con los medios tecnológicos necesarios (falta de computadoras o necesidad de compartir entre varios miembros de la familia la única de la casa, falta de acceso a internet o necesidad de recurrir a redes ajenas para conectarse, entre otras).
De igual forma, la obligatoriedad de la educación virtual hizo que tanto estudiantes como docentes tuvieran que pasar muchas horas al día conectados a internet, o frente a una computadora, a fin de realizar las planificaciones y actividades académicas. Este exceso de conectividad resultó perjudicial para quienes no estaban acostumbrados a pasar tantas horas vinculados a la tecnología, así como para quienes no tenían, hasta entonces, un manejo hábil de los diferentes dispositivos electrónicos, teniendo que aprender a trabajar con ellos de forma obligatoria y en muchos casos “a los golpes”.
En definitiva, como muchas cosas en la vida, la virtualidad aplicada a la educación también tiene luces y sombras, lo cual nos obliga a estar atentos a las mismas para saber cuándo conviene recurrir a ella y de qué forma, para que la tecnología sea una aliada (y no un escollo) de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
• Consecuencias de la virtualidad en el trabajo: en este ámbito, también podemos identificar ventajas y desventajas de la tecnología e internet. Entre las primeras, cabe mencionar la posibilidad del sostenimiento de muchos puestos laborales gracias al home office (trabajo en casa), si bien el mismo no ha sido posible siempre, debido a que no todos los trabajos pueden realizarse de forma virtual, habiendo oficios que necesitan la presencialidad para llevarse a cabo; ejemplo de ello son los servicios como plomería, electricidad, servicio doméstico, sólo por nombrar algunos. Por otra parte, hay otros trabajos que, si bien pudieron adaptarse a la modalidad virtual, perdieron parte de su esencia, la cual está condicionada por la convivencia de los participantes; unas de ellas son las actividades artísticas como teatro, pintura, canto, etc.
La virtualidad también ha tenido consecuencias desfavorables en lo laboral. Una de ellas es la necesidad de pasar largas jornadas frente a una computadora, o pendientes del teléfono celular, lo cual ha generado un exceso de conectividad perjudicial para la salud física, mental y social. Pasar muchas horas frente a una pantalla afecta nuestra vista, genera contracturas y dolores musculares, tiene efectos en los ritmos del sueño, entre otros.
Otra de las consecuencias del trabajo virtual ha sido la dificultad para desconectarse de lo laboral. Pareciera que, al estar trabajando de forma virtual, uno tiene que estar disponible todo el tiempo. Total, ¿qué tan difícil es contestar un mensaje de WhatsApp o un mail? A veces nos cuesta poner límites en este sentido y, al responder a las demandas ajenas, estas últimas suelen aumentar. En este sentido, es importante dejar en claro las obligaciones de cada trabajador, así como su horario de trabajo, respetando sus momentos de descanso.
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