Cuando pica el corazón…

 


A todos nos ha picado un insecto alguna vez… A veces, lo vemos en el momento en que nos pica; en otras oportunidades no, pero podemos percatarnos de su presencia por la sensación de picazón o por la marca que deja en nuestra piel (la famosa picadura)… Esas dos características, la picazón y la picadura, cumplen una función: nos advierten que algo ha afectado nuestra dermis. 
Ese mismo proceso tiene lugar cuando vivimos una situación que nos afecta emocionalmente… Puede que en el momento no percibamos los efectos que la misma produce en nosotros, pero, algunas horas o días después, comenzamos a sentir cierta incomodidad… como la que produce la picadura (nos arde, nos deja la piel irritada, genera sensación de picazón…).
Las “picaduras emocionales” nos permiten revisar las situaciones que vivimos a diario, algunas de las cuales pueden afectarnos especialmente, dejándonos en un estado de incomodidad y malestar… Tal vez convenga pensar qué puede habernos “picado”, qué situación vivida últimamente puede haber despertado esas sensaciones.
Por otra parte, así como no todas las picaduras son igualmente serias (no es igual la de un mosquito que aquélla hecha por una abeja), hay experiencias que nos afectan más que otras, que provocan una “picazón” más intensa o duradera. También podemos ser “alérgicos” a ciertas picaduras, las cuales provocan reacciones más fuertes en nuestra psiquis (algunas personas son especialmente sensibles a la mentira, otras lo son a la competencia, etc.).
Si bien a veces podemos identificar las situaciones en las que se producen esas “picaduras” emocionales, no siempre es posible evitarlas… Como nos pasa con las otras picaduras, a las que tratamos de evadir usando repelentes y, sin embargo, a veces aparecen igual. 

¿Cómo aliviar las picaduras del corazón? 

- En primer lugar, tratar de evitar los contextos o situaciones en las que sabemos que podemos ser “picados” (estaremos de acuerdo en que no conviene ir a la costa a la tardecita si queremos evitar las picaduras de mosquitos; de la misma forma, no es aconsejable enfrentarnos a una situación en la que podemos sentirnos vulnerables emocionalmente).
- Usar “repelentes” emocionales: aprender a poner límites en nuestras relaciones, resguardando nuestra integridad psicofísica. 
- Evitar “rascarnos”: así como el rascado puede infectar o lastimar la picadura de un insecto, cuando volvemos y revisamos una y otra vez una situación que nos ha afectado emocionalmente, podemos hacer que el efecto dañino de la misma se intensifique, sin favorecer la superación de esta situación. 
- Identificar las situaciones que nos afectan especialmente (nuestras “alergias emocionales”), para evitar exponernos a ellas innecesariamente, o estar preparados para enfrentarlas en caso de que sean inevitables. 

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