La psicología en el cine 3. Salud mental, discapacidad y estereotipos


La discapacidad en la película “Yo soy Sam”

Como afirmamos en los anteriores artículos sobre cine y Psicología, todas las producciones culturales, entre las cuales se incluye el cine, se construyen en base a ciertas nociones y representaciones sociales de las temáticas que abordan. Esta película no es la excepción, siendo una de las principales temáticas tratadas en la misma la discapacidad. Los invito a reflexionar acerca del modo en que esta última es representada en las distintas escenas de la película.

Me basaré en la idea de la discapacidad como “una forma particular de ‘construir’ al otro distinto al nosotros en términos de desigualdad. Esta perspectiva de la desigualdad implica centrar el análisis en las relaciones entre normales y anormales, sin que importe la ‘medida’ de la anormalidad” (Angelino, 2007, en Rosatto y Angelino, 2009, p. 52). Teniendo en cuenta esta definición, usaré, de aquí en adelante, el participio “discapacitado/a/s”, a fin de dar cuenta del proceso a través del cual se construye a ese otro, a partir de la atribución de un déficit (falta) en relación al modelo ideal de la normalidad, proceso que el diagnóstico médico no hace más que confirmar. 

En relación a esto, considero importante destacar el valor de las palabras con las que suelen ser nombradas las personas discapacitadas en diversas situaciones de su vida cotidiana. Un ejemplo de ello se observa en la película cuando la abogada, pensando la estrategia de representación legal de Sam, afirma que éste “es un buen padre a pesar de su discapacidad”, y agrega que tiene una “deficiencia mental”, a lo cual el protagonista le responde: “Sam, sólo Sam”. Aquí podemos apreciar cómo el diagnóstico muchas veces es una etiqueta que estigmatiza, dejando en segundo plano a la persona.  

Una de las cuestiones que pueden apreciarse en la película es la forma en la que suelen relacionarse las personas discapacitadas con sus familias, especialmente con sus padres. Vemos un ejemplo de ello en la escena en la que Sam y sus amigos están reunidos en la casa de uno de ellos, y la madre de este último presenta una actitud invasiva hacia la intimidad de su hijo, pretendiendo meterse en su habitación sin pedirle permiso, incluso cuando el hijo ha puesto traba a la puerta, con lo cual la madre podría suponer que es una reunión privada. Esta actitud materna/paterna omnipresente es muy frecuente en la vida de las personas discapacitadas, siendo muchas veces tratadas como eternos niños, aun cuando son personas adultas y autónomas en muchas áreas de su vida. 

Me pregunto si esos padres se comportarían del mismo modo con un hijo que no tuviera un diagnóstico de discapacidad; es muy probable que no, ya que, al ser considerado adulto, se respetaría su intimidad. Pienso que esta actitud es consecuencia de la infantilización de las personas discapacitadas, la cual no hace más que profundizar las dificultades que suelen presentar para desenvolverse en su vida cotidiana, derivadas de las trabas que la sociedad impone en la interacción con ellas (pretendiendo que sean las personas discapacitadas las que encajen en el modelo “normal” de vida – en el sentido de norma estadística, del modelo esperado y considerado sano).

Por otra parte, la película muestra algunas situaciones en las que las personas discapacitadas suelen ser víctimas. Un ejemplo de ello se observa en la escena en la que Sam se halla en un bar, y una mujer se acerca a él a conversar, no obstante, pretende aprovecharse de él para cometer un delito; luego Sam es detenido por la policía, sin entender lo que estaba ocurriendo. Aquí, se observa una actitud abusiva hacia Sam, a quien seguramente esta mujer considera “tonto”, al no percatarse de esta situación; se ve cómo la discapacidad es muchas veces una etiqueta que estigmatiza. Esto es algo que suele suceder no sólo con personas discapacitadas, sino también con otros grupos vulnerables, como ser, los adultos mayores y los niños. Se trata, en definitiva, de una relación desigual de poder en cuyo marco tiene lugar el abuso. 

En relación a esta cuestión, otra escena significativa es aquella en la que la abogada, casi resuelta a rechazar el pedido de Sam de representarlo, cambia de postura al ver que hacerlo podría beneficiar su imagen profesional. Sam se pone contento al ver su cambio de postura, y la abraza espontáneamente para agradecerle, lo cual incomoda mucho a la profesional. El protagonista parece no darse cuenta de las intenciones de la abogada, lo cual sí percibe su secretaria (aquí nuevamente vemos cómo se representa a Sam como “tonto”). 

En esta escena, se puede apreciar el modo en que las personas discapacitadas suelen ser usadas como bandera para causas que persiguen otros intereses, generalmente económicos. Es una actitud frecuente en instituciones que ofrecen servicios y bienes dirigidos especialmente a personas discapacitadas, montándose toda una industria en torno a ellas. También se ve en eventos organizados supuestamente con el objetivo de beneficiar a personas discapacitadas, pero de los cuales otros participantes también sacan partido. 

Una escena interesante de la película es aquella en la que, en medio del festejo por el cumpleaños de Lucy, llega una asistente social, justo en el momento en el que Sam se encontraba aturdido por una situación conflictiva con Conner, el compañero de escuela de su hija. La profesional observa la actitud de Sam en esa circunstancia, e informa que la discapacidad mental de Sam “provoca serias dudas acerca de su habilidad para ser padre”, basándose exclusivamente en dicha situación, ignorando todas las demás circunstancias en las que el protagonista se desenvolvía adecuadamente en su rol paterno. Cabe destacar que, hasta ese momento, ningún representante de los servicios sociales parecía haberse preocupado por el bienestar de Lucy, quien fue criada por Sam sin recibir colaboración más que de parte de vecinos y amigos. Esta situación, lamentablemente, suele darse en casos reales, apareciendo el Estado sólo en situaciones límites que lo obligan a intervenir. 

En el informe presentado por la asistente social, ésta afirma: “el padre fue detenido debido a que no podía controlar sus emociones, poniendo en peligro a otros niños”. Aquí se puede apreciar cómo muchas veces la discapacidad es vista como peligrosidad, lo cual suele llevar a que las personas discapacitadas sean excluidas y rechazadas socialmente, especialmente por desconocidos que se dejan llevar por prejuicios estigmatizantes. 

Por otra parte, me interesa considerar el modo en que son representadas las personas discapacitadas a lo largo de la película. Para esto, voy basarme en la escena del juicio, cuando la jueza le comunica a Sam que no va a vivir más con su hija. Frente a esto, el protagonista dice cosas sobre la preparación de la fiesta de cumpleaños, pareciendo no dimensionar la gravedad de la situación. Aquí tampoco la jueza busca ser comprendida por Sam, despreocupándose por si éste entiende el alcance de la sentencia. 

En esa misma escena, el fiscal se vale del lenguaje para confundir a Sam, quien por momentos no está seguro de lo que dice (como nos pasa a todos en más de una ocasión, especialmente en un juicio, instancia que suele ser vivida como una situación ansiógena y angustiante). Es probable que el letrado lo haga para poner en evidencia la discapacidad e incompetencia de Sam para la paternidad. Esto me lleva a reflexionar sobre la facilidad con la que preferimos dejar al otro discapacitado en el lugar del desviado o enfermo antes que preocuparnos por relacionarnos adecuadamente con él. En esta escena también se aprecia el abuso de poder, que lleva al fiscal a ridiculizar a Sam, confundiéndolo más de lo que ya estaba, para dejarlo en evidencia como incapaz frente a la audiencia, como forma de avalar la decisión de quitarle la custodia de su hija. 

Otro pasaje interesante de la película es el de las entrevistas entre la abogada y los amigos de Sam, en las cuales ella les pregunta por qué creen que él es un buen padre. Las respuestas de ellos no se relacionan con la pregunta de la profesional, dando la sensación de que no comprenden lo que les está diciendo. Cabe destacar que la abogada no se toma el tiempo de repreguntar, a fin de asegurarse de que los entrevistados comprendan la pregunta. La profesional parece sobrepasada por la situación, como si fuera imposible lidiar con personas como Sam y sus amigos (discapacitados – aquí, nuevamente, se observa el estima social –. De igual forma, cuando el protagonista va a su estudio y le narra su situación, la abogada no lo escucha y, su lugar, se pone a hablar por teléfono, intentando liberarse de Sam lo más rápido posible; se nota aquí la falta de un trato respetuoso hacia él. Me pregunto si esta profesional se comportaría de la misma forma con otro cliente al que considere “normal”. En esta escena es posible apreciar cómo son las personas discapacitadas las que tienen que amoldarse a la normalidad y, si no lo logran, son etiquetadas y tratadas como anormales. 

La presencia de Sam en el estudio parece incomodar a varias personas que se encuentran allí, como la secretaria, otros abogados y clientes; esto suele observarse en las situaciones en las que participan personas discapacitadas. Sería interesante preguntarse qué es lo que genera esa sensación de incomodidad: ¿será la forma en que construimos a ese otro discapacitado, o cómo nos construimos nosotros como “normales” en contraste con él? ¿Qué pone en evidencia la conducta de Sam, qué hace él allí que tal vez los “normales” no nos atreveríamos a realizar, sin sentir que quedamos como ridículos?

A fin de concluir esta primera parte del análisis de la película “Mi nombre es Sam”, quisiera rescatar una escena en la que el protagonista, angustiado por el hecho de que su hija Lucy ha sido otorgada en custodia a una familia sustituta, le dice a su abogada: “Lucy ya no me necesitará jamás, jamás… Ella tiene una nueva familia ahora, y ya no me necesitará jamás”. Frente a esto, la profesional le responde: “Es la primera estupidez que te oigo decir”. Esto me lleva a preguntarme qué es estúpido… Para muchos, Sam lo es y, de hecho, así también aparecen representados sus amigos, diciendo cosas sin sentido o tratados como tontos, siendo objeto de burlas. Sin embargo, la abogada utiliza la expresión “estupidez” con otro sentido, más profundo y vinculado al alcance de aquello que Sam está diciendo (¿cómo es posible que Lucy no necesite más a su padre, quien la crió y con quien pasó toda su vida?). Esto me lleva a pensar que muchas veces juzgamos las cosas de modo superficial, por su apariencia y no por su sentido profundo, por las consecuencias que se derivan de ellas.

Por otra parte, considero que, a lo largo de la película, se pone en juego la representación social del discapacitado mental, con toda la serie de expresiones que se utilizan para referirse a sus actitudes y comportamientos (estúpido, tonto, idiota, etc.), todas despectivas y estigmatizantes, reflejando una falta total de comprensión de la situación de la persona a quien se llama de ese modo, e ignorando los efectos que estas palabras pueden tener en su psiquismo, especialmente en su autoimagen y autoestima. 

La personalidad de Sam

Una de las principales características del protagonista de la película es la rigidez de su comportamiento, observándose en él, desde las primeras escenas, algunos rasgos obsesivos, como su tendencia a ordenar y clasificar los paquetes de azúcar y edulcorante en su trabajo en la cafetería.

Una escena interesante en este sentido se presenta durante el desarrollo del juicio por la tendencia de Lucy, cuando Sam menciona algunas características personales que pueden convertirlo en buen padre, incluyendo la constancia, la paciencia, la capacidad de escuchar y dar amor. La abogada se muestra sorprendida positivamente por la forma de expresarse de su cliente; sin embargo, luego se pone en evidencia el esfuerzo que el protagonista está haciendo por recordar, como si hubiera estudiado las palabras que dice. Aquí intervienen sus amigos, quienes, con la intención de ayudarlo, dejan entrever que Sam está reproduciendo la escena de una película, en la que se basó para preparar su discurso para el juicio.  En esta escena podemos apreciar cómo la estructura, por un lado, ayuda a Sam a organizarse y, por el otro, lo encasilla dentro de ciertos límites, restándole espontaneidad a su conducta. 

Otra muestra de rigidez en Sam es la dificultad que presenta para cambiar sus hábitos, los cuales lo ordenan y le permiten desenvolverse adecuadamente en su vida cotidiana. Un ejemplo de ello se observa cuando Lucy, su hija, le pide que un miércoles vayan a cenar a otro lugar, diferente al que iban habitualmente ese día de la semana, ya que quería probar “las mejores hamburguesas” que se vendían en el local nuevo. Frente a esto, Sam le dice que los miércoles “son de Hi- Hop” (el lugar al que iban siempre), y terminan yendo allí, mostrándose su dificultad para modificar sus rutinas, incluso frente al pedido de su hija. Una situación similar se observa cuando están leyendo un cuento, y Sam quiere volver a leerlo, frente a lo cual Lucy manifiesta que tiene sueño; su padre dice que lo leerá sólo una vez más, poniéndose en evidencia su dificultad para dejar de lado su estructura a fin de adecuarse a las necesidades y deseos de su hija. 

Una situación en la que se pone especialmente de manifiesto la rigidez de Sam es aquella en la que éste y su hija van a desayunar al lugar que le gusta a ella (aquí Sam cede frente a los deseos de Lucy, mostrando cierta flexibilidad).  Allí, el protagonista pide el mismo menú que suele consumir en el otro local. La camarera le dice que allí no venden ese plato, frente a lo cual Sam se pone muy ansioso y comienza a elevar el tono de voz, reclamando que quiere su comida preferida. Esta situación incomoda a Lucy y a la empleada, ya que todos los presentes en el local comienzan a observarlos. 

La reacción de Sam responde a su dificultad para comportarse de un modo diferente al indicado por su estructura, no sabiendo qué decisión tomar fuera de ese marco contenedor. 

Una crisis parecida sufre Sam al final del juicio por la tenencia de su hija, momento en el cual se siente superado por la situación, y comienza a repetir, desesperado: “Quiero parar ahora”. Es su forma de expresar la ansiedad y la angustia que le producen los cuestionamientos que recibe por su rol como padre de Lucy, por parte del fiscal y el abogado querellante, así como toda la situación del juicio, reacción totalmente lógica teniendo en cuenta que nunca había pasado por algo similar. 

La relación paterno- filial entre Sam y Lucy

Uno de los aspectos de la película que me interesa analizar es cómo se desarrolla la relación entre Sam y Lucy a lo largo de la película. 

En primer lugar, vemos que Sam debe asumir el rol paterno en ausencia de la madre de su hija, quien lo abandona, dejándolo solo con la niña. Al principio, él no sabe qué hacer, y recurre a su red de apoyo para organizarse con el cuidado de Lucy, recibiendo colaboración de una vecina y de sus amigos. 

Quiero destacar el hecho de que es un hombre que debe llevar adelante solo la crianza de su hija. Este dato no me parece menor, ya que la situación no es la más frecuente, siendo más habitual que una mujer quede sola a cargo de su/s hijo/a/s, lo cual actualmente no llama la atención, como sí sucede en el caso de los hombres.

En la película, se observa que Sam lleva a su hija al trabajo y atiende a los clientes cargando a la niña en una mochila portabebés. Cabe destacar que en el local no le impiden trabajar con la niña, lo cual difiere notablemente de la situación de muchas mujeres madres, que no son admitidas en ciertos trabajos por su condición, o porque no pueden organizarse para dejar a su/s hijo/a/s al cuidado de otra persona, no siendo posible, en la mayoría de los casos, que asistan al trabajo con sus hijos.

Por otra parte, me parece interesante detenerme en las particularidades del vínculo entre Sam y Lucy. A medida que crece, la niña comienza a hacer a su padre las preguntas típicas que suelen presentarse en la infancia. Sam no siempre cuenta con la información necesaria para responderlas de forma adecuada, pero trata de ofrecerle a su hija una respuesta y de estar presente en los momentos importantes de su vida. Una de las preguntas que Lucy hace a su padre es la siguiente: “¿Dios planeó que fueras así, o fue un accidente?”; luego, la niña agrega: “eres diferente”, “tú no eres como los otros papás”. Frente a esto, Sam sólo atina a decir: “lo lamento”, con lo que se puede pensar que le atribuye a esa diferencia una connotación negativa (pensemos en la diferencia como falta o resta, como dijimos en posts relativos a la discapacidad). No obstante, Lucy la resignifica, dándole un sentido positivo, y lo expresa diciendo: “No te disculpes, tengo suerte… Otros papás no vienen a jugar al parque”. 

En relación a la diferencia entre las actitudes de Sam y la de otros padres, una escena interesante de la película es aquella en la que Lucy y sus compañeros están exponiendo unos temas frente a los padres y las madres de los niños. Durante su exposición, la niña en un momento olvida cómo debía seguir, frente a lo cual Sam trata de justificarla y ayudarla a disminuir su ansiedad, diciendo que “no es fácil memorizarlas (las fases de la vida de la mariposa) porque son muchas”. Esta actitud del protagonista contrasta con la de padre de Conner, un compañero de Lucy, el cual presiona a su hijo durante su exposición, reprochándole no saber la lección; finalmente, el niño dice que su padre escribió lo que él está exponiendo, y que él no deseaba hablar de eso. Aquí podemos apreciar con claridad cómo las actitudes paternas influyen en el desenvolvimiento de los hijos. 

Una de las cuestiones llamativas del rol paterno en Sam es la forma en que éste ejerce su autoridad frente a su hija. Una escena en la que esto se pone en juego es aquella en la cual Lucy está practicando lectura junto a su padre, y en un momento no lee una palabra. Aquí, Sam le dice: “yo soy tu padre… Te digo que leas esa palabra… Y tienes que hacerle caso a tu padre”, poniendo en evidencia la firmeza con la que trata de imponerse como autoridad frente a Lucy.

En esta escena, la niña le responde: “no quiero leer lo que tú no puedes”, dejando entrever que en verdad sí es capaz de leer la palabra en cuestión, pero no quiere hacer sentir mal a su padre por sus propias dificultades en este plano. Frente a esta respuesta, Sam le dice: “me hace feliz oírte leer”, valorando positivamente los aprendizajes de su hija. 

Es muy posible que Sam no quiera que su hija sea como él (“discapacitado”), tomando esa diferencia entre ambos como algo positivo; en cambio, Lucy lo ve como algo negativo, por lo cual no quiere hacer cosas que su padre no puede o no sabe.

Por otra parte, Lucy muchas veces le enseña cosas a su padre, invirtiéndose los roles tradicionales en las relaciones padre/madre e hijo/a. Esto me lleva a pensar en la situación de los llamados “analfabetos tecnológicos”, es decir, aquellas personas con escaso o nulo conocimiento y manejo de las nuevas tecnologías, cuyas generaciones más jóvenes suelen enseñarle acerca de este campo. 

Sin embargo, muchas veces se observa una actitud intolerante e impaciente en los jóvenes hacia los mayores en este sentido, ya que aquéllos no se toman el tiempo necesario para explicarles cuestiones relativas a las TICs. Afortunadamente, Lucy no presenta esta actitud con Sam, cuyas dificultades no busca poner de manifiesto; por el contrario, trata de allanarle el camino. Un ejemplo de ello se observa cuando ambos están leyendo un cuento, y la niña se da cuenta de que a su padre le cuesta la lectura del libro que ha elegido, por lo cual decide tomar otro que Sam conoce y le gusta, resultándole su lectura más sencilla. 

Por último, me interesa destacar una escena del juicio por la tenencia de Lucy, en la cual se intenta desacreditar a Sam como padre basándose en cuestiones que en verdad ocurren en cualquier familia. Para esto, la fiscal afirma que Sam “admitió sentirse muy, muy, muy confundido a veces… De hecho, se siente aterrado… al continuar con su rol de padre”. Luego, cita unos dichos del protagonista durante una entrevista: “grandes errores, grandes errores, errores que son grandes”. Lamentablemente, es una actitud que suele verse en la relación con personas discapacitadas, en las cuales el diagnóstico parece funcionar como causa de todo: todo se termina remitiendo a la discapacidad, incluso cuestiones habituales en personas de la misma edad, o en circunstancias similares.

De igual forma, cabe destacar la estrategia de la abogada, quien apela a la empatía de la fiscal preguntándole si es madre, a lo cual ésta responde afirmativamente. Entonces, la abogada le pregunta si en ese rol se ha sentido confundida alguna vez, lo cual termina siendo admitido por la fiscal. De esta forma, la abogada naturaliza los errores como parte de la maternidad/paternidad, despatologizando la confusión que Sam dijo haber sentido. Como broche de oro de este episodio, más adelante en el mismo proceso de juicio, quien le toma declaración a Sam en un momento afirma: “Lo siento, estoy muy confundido”, frase por la cual al protagonista se lo estigmatizó.

Falsas creencias y prejuicios en tensión

Una de las escenas en las que se ponen en juego estos prejuicios es aquélla en la que la escuela de Lucy responsabiliza a Sam por la falta de progreso de la niña en su proceso educativo, para lo cual se respalda en que Sam tiene un coeficiente intelectual “de un niño de 7 años”. Cabe mencionar que, desde la institución, no tienen en cuenta otros factores que pueden influir en las dificultades académicas de la niña, dando por sentado que, debido a su discapacidad y falta de recursos intelectuales, Sam no es capaz de acompañar a Lucy en su trayectoria escolar, considerándolo una mala influencia para ella. 

Por otra parte, Conner, el compañero de escuela de la niña, estando en casa de Sam se burla de él, a quien considera tonto, a pesar de que el protagonista está contento por la presencia del niño en su casa. Aquí podemos apreciar cómo los prejuicios sobre Sam tienen más efecto en el niño que las buenas actitudes que éste presenta hacia él, a pesar de lo poco que lo conoce. 

Otra escena llamativa entre Sam y Conner transcurre durante la fiesta de cumpleaños de Lucy, cuando el protagonista intenta que el niño se esconda para sorprender a su hija, para lo cual trata de correrlo de donde se encuentra. Frente a esto, Conner reacciona gritando: “está loco, es contagioso”, poniendo en evidencia un prejuicio muy frecuente en relación a la discapacidad, que la considera como una especie de virus que se transmitiría mediante el contacto con personas consideradas discapacitadas. Aquí podemos apreciar el carácter estigmatizante que puede tener la discapacidad.

En esta misma escena, Conner afirma que Lucy “dijo que [Sam] no es su padre real y que es adoptada”. Claramente, se trata de una mentira, pero el protagonista no lo sabe, y mira a Lucy como pidiéndole una explicación, frente a lo cual la niña sale corriendo confundida. Esto me lleva a preguntarme hasta qué punto los niños son conscientes del daño que pueden producir con sus acciones. Podemos pensar que Conner sabe que lo que está haciendo no es correcto; sin embargo, ¿es consciente de las reales consecuencias que su conducta puede tener? Me atrevo a dudar de ello. Aquí, cobra mucha importancia la intervención de los adultos; en este caso, vemos que el padre de Conner no sólo no hace notar a su hijo el error que está cometiendo, sino que ataca a Sam, sin considerar la situación en la que se encuentra. Esta escena pone en evidencia la forma en que muchos prejuicios son transmitidos de padres a hijos, no tanto a través del lenguaje, sino principalmente mediante actitudes y comportamientos. 

Otro de los personajes que encarna algunos prejuicios en torno a la discapacidad es la abogada, quien cuestiona la validez del testimonio de los amigos de Sam, diciéndole a este último que debe buscar a “alguien con estudios, alguien graduado o alguien que pueda expresarse correctamente”. 

En relación a esta escena, más adelante Sam dirá: “ellos aman a Lucy, a pesar de que mi abogada dijo que no tienen capacidad de testificar”, poniendo en evidencia 2 cosas: en primer lugar, el registro que Sam tiene de lo que sucede a su alrededor (el cual parece ser subestimado por la abogada, quien no tiene reparos en tratar de estúpidos a él y a sus amigos); por otra parte, Sam pone el foco en lo esencial, que es el amor que tienen sus amigos hacia su hija, el cual se evidencia en el apoyo que le brindan durante el juicio.

Volviendo a los interrogatorios a los amigos de Sam, cabe mencionar que la profesional no intenta repreguntarles, a pesar de percatarse de que ellos no comprenden sus preguntas tal cual ella las formula. Lamentablemente, esto es algo frecuente en el ámbito judicial, donde no siempre se procede de forma adecuada para tomar testimonio, lo cual muchas veces resulta en perjuicio de las personas discapacitadas, descartando o tergiversando sus dichos, y revictimizándolas en ciertos casos, con consecuencias graves para ellas y/o para terceros.

Otra escena en la que se evidencian los prejuicios de la abogada en relación a Sam es aquélla en la que el protagonista la invita a almorzar, frente a lo cual la profesional sospecha de que está tratando de convencerla de su capacidad. Sam se percata de ello, y le dice: “Soy adulto… ¿Crees lo que ellos creen? Eres mi abogada… Estoy frito (…) [Crees] que no puedo cuidar a Lucy”. Frente a esto, la abogada le dice que a los jueces no les importa lo que ella cree, y Sam le responde: “Me importa a mí”. Aquí también podemos apreciar el modo en que suele operar el sistema judicial, dándole más importancia a la verosimilitud del discurso, que a la veracidad del mismo (Sam debe “parecer” capaz de cuidar a su hija, independientemente de que lo sea en realidad). 

En relación a lo antedicho, considero interesante destacar el hecho de que la abogada, quien en cierto momento de la película parece poner en duda la capacidad parental de Sam, no presta atención ni comparte tiempo con su hijo por estar abocada a su trabajo todo el día. Esto contrasta notoriamente con la actitud de Sam, quien comparte tiempo con Lucy siempre que puede hacerlo. El protagonista se percata de ello, y dice a la abogada: “Tienes suerte, puedes jugar con Willy todo el tiempo que quieras”, cosa que él no puede hacer ya que su hija no vive más con él, y debe limitarse a compartir tiempo con ella en los días y horarios que el juez determinó.

Sam parece ser el único que realmente rescata y valora lo más importante en la relación paterno- filial. Lo deja en claro cuando afirma: “yo me admiro como padre”, dando cuenta de la valoración positiva que hace de su ejercicio de dicho rol, más allá de reconocer que comete errores. 

Por otra parte, durante el juicio por la tenencia de Lucy, al entrevistar al jefe de Sam, el fiscal intenta subestimar la capacidad del protagonista basándose en la sencillez de las tareas que realiza. Luego, el jefe afirma que había pensado en ascenderlo a un puesto más importante. Esto me lleva a preguntarme si todas las personas que realizan trabajos considerados “sencillos” no tienen la capacidad de hacer tareas más complejas. Aquí se vuelven a poner en evidencia los prejuicios que recaen sobre Sam, los mismos que suelen observarse en situaciones similares protagonizadas por personas discapacitadas. 

Por último, quisiera rescatar una escena en la que se ponen en juego los prejuicios que Sam tiene en relación a su abogada. El protagonista, agobiado por las dificultades que se le presentan para estar con su hija, se enoja con la profesional y le dice: “tú no sabes lo que es cuando se intenta, y se trata, y se trata, y se trata, y no se obtiene nada… porque tú naciste perfecta y yo nací como soy, y tú eres perfecta (…) Personas como tú no saben lo que es ser herido, porque ustedes no tienen sentimiento, personas como tú jamás sienten nada”. En esta escena, observamos varios prejuicios de Sam en relación a la abogada: en primer lugar, la considera perfecta, denotando una idealización de su persona. Por otra parte, da por sentado que a ella todas las cosas le salen bien y nunca sufre, desconociendo la realidad de la profesional, quien se siente sola y se refugia en su trabajo. Por último, se pone en juego la creencia de que los abogados no tienen sentimientos, la cual suele reflejar la opinión de muchas personas sobre estos profesionales, apodados despectivamente “cuervos” por considerarlos interesados y malintencionados. 

Frente a los dichos de Sam, la abogada le hace notar que ella es una persona como cualquier otra, que también sufre, y está muy lejos de considerarse perfecta. Esto me lleva a pensar en cómo muchas veces nos dejamos llevar por nuestros prejuicios y preconceptos sobre otras personas, juzgándolas sin conocerlas, dando por sentado que son y piensan de una determinada manera, lo cual condiciona nuestra actitud frente a ellas.

La importancia de la red de apoyo

Una de las principales integrantes de esta red es la vecina de Sam, quien, al verlo desbordado frente a la crianza de su hija, le brinda algunas herramientas para organizarse; un ejemplo de ello es el establecimiento de horarios para la alimentación de la niña, siguiendo el orden de los programas de televisión que el protagonista solía ver. Además, la señora se ofrece a cuidar a Lucy para que Sam pueda sostener su actividad laboral. 

Otros integrantes fundamentales de esta red son los amigos de Sam, quienes lo acompañan y apoyan en muchas situaciones de su vida cotidiana. Él se siente cómodo con ellos, lo cual no le ocurre con otras personas; es probable que esto se deba a que piensan de un modo similar, por lo cual con ellos se siente comprendido, no juzgado. Además, el protagonista recurre a ellos cuando debe tomar ciertas decisiones con respecto a Lucy, como se observa cuando van todos juntos a comprar zapatos para la niña. Lo mismo ocurre cuando Lucy es apartada de Sam, frente a lo cual este último se reúne con sus amigos y éstos le dan su punto de vista, lo ayudan a buscar un abogado y se sienten comprometidos con la lucha de Sam, lo cual se pone en evidencia en su forma de referirse al tema (hablan en plural, dicen “ganaremos”, como si todos estuvieran involucrados en el asunto).

Valores y habilidades emocionales de Sam 

A lo largo de la película, se ponen en juego algunos valores humanos, así como habilidades emocionales en los protagonistas. 

Uno de los valores que se destacan en Sam es la sinceridad, la cual lo lleva a decir las cosas de frente. No obstante, esta actitud incomoda a algunas personas con las que se relaciona, ya que por momentos parece no tener filtro que le permita discernir qué y cómo decir. Aquí, vemos cómo una característica puede ser estimada como un punto fuerte o débil de una persona, de acuerdo a las circunstancias en las que la misma es puesta en juego, y a los efectos que produce. Esto se relaciona con otra habilidad emocional muy importante: la asertividad, la cual nos permite saber qué, cuándo, cómo y con quién actuar y comunicarnos. 

Por otra parte, en el protagonista se destacan algunas habilidades propias de la inteligencia emocional. Una de ellas es la empatía, a la cual apela Sam para convencer a la abogada de que lo represente, al saber que la profesional tiene un hijo, al igual que él. Esta habilidad también se pone en evidencia cuando Sam ve a una señora llorando en la oficina de la abogada, se acerca a ella y trata de consolarla. 

Por otra parte, a lo largo del juicio se pone en evidencia la falta de empatía en el juez y los fiscales, quienes pareciera que buscan apartar a Sam de Lucy, sin ponerse en el lugar del protagonista, ni tener en cuenta los deseos de la niña. 

Por último, quiero destacar la actitud de Sam en relación a los padres sustitutos de Lucy, hacia los cuales siempre se dirige con respeto, validándonos en su rol. Esto se observa cuando Lucy se escapa para visitar a Sam, y éste la regresa al domicilio de la familia que la está cuidando, sin buscar quedarse con ella, a pesar del deseo de la niña. Además, valora la importancia de esta familia en la vida de Lucy, cuando le dice a la madre sustituta: “Tú eres el rojo en sus pinturas”. 

El interés superior del niño 

A modo de cierre de estas reflexiones, quiero detenerme en el modo en que se trata el interés superior del niño durante la película, particularmente en cuanto a Lucy. La niña, en todo momento, expresa abiertamente su deseo de continuar viviendo con su padre, con quien, por otra parte, vivía sin problemas hasta el incidente durante su cumpleaños. En este sentido, hay una escena significativa que tiene lugar durante la entrevista que se le hace a Lucy en cámara Gesell, en la cual la niña dice: “no quiero tener otro papá”. En ese momento, se dirige especialmente a los profesionales que la observan detrás del vidrio espejado, y les dice: “¿Oyeron eso? Dije que lo siento, dije que no quiero tener otro papá… ¿Por qué no escriben eso?”. Esta escena da cuenta de lo parcial que muchas veces son algunas evaluaciones y decisiones tomadas por el poder judicial, sobre todo cuando ignoran, de este modo, el deseo del niño involucrado en la situación, y quien deberá asumir las consecuencias de dichas decisiones. 

Otra muestra de este deseo de Lucy es la cantidad de veces que la niña se ausenta de la casa de su familia sustituta para visitar a su padre. Cabe destacar que, en todos los casos, quien trama estas huidas es la niña, siendo Sam quien le hace ver lo errado de esta actitud. Ella le dice que esa es la única forma en la que pueden estar juntos, y le propone iniciar una nueva vida. Esto pone en evidencia que su deseo es vivir con su padre, a quien la justicia, prejuiciosamente, considera incapaz de cuidarla, antes que en una institución pública o con una familia sustituta.

Una de las escenas en las que se ve vulnerado este interés superior del niño es aquélla en la que se toma declaración a Lucy, situación que ocurre en una habitación llena de gente, la mayoría hombres desconocidos para la niña. Durante dicha entrevista, quien la dirige intenta dirigir el discurso de la niña a fin de perjudicar a Sam; un ejemplo claro es la pregunta: “¿no es verdad que, dentro de ti, en lo más profundo, sabes que necesitas más de lo que tu padre te puede dar?”. Frente a esto, la niña, lógicamente, se muestra confundida, y sólo atina a responder: “todo lo que necesitas es amor”, poniendo el foco en lo esencial en un proceso de crianza. 

Finalmente, ignorando el deseo de Lucy y su padre, y la capacidad de crianza que este último había demostrado, ambos son separados. Esto me lleva a preguntarme cómo se entiende el “interés superior del niño” en estos casos, teniendo en cuenta que la decisión del juez ha dejado a una niña sufriendo por no estar con su padre, y a un padre destruido psíquicamente porque la arrancaron a su hija de su lado, a través de manipulaciones malintencionadas, que lo dejaron como un incapaz. También me lleva a reflexionar acerca de la importancia de escuchar a los niños, a fin de que lo que se decida sobre ellos realmente sea lo más beneficioso, de acuerdo a sus necesidades y deseos.

Afortunadamente para Lucy, la historia tiene un final feliz, ya que su madre sustituta se da cuenta de la intensa relación afectiva que existe entre la niña y su padre, y es capaz de priorizar el deseo de la niña, expresado claramente en la cantidad de veces se había escapado para verlo. Esto la lleva a decidir regresar a Lucy con Sam, llevándola una noche dormida a fin de que la niña despertara “en su verdadero hogar”. Por su parte, es destacable la actitud de Sam hacia los cuidadores de Lucy, especialmente hacia la mujer, a quien no intenta apartar, sino, por el contrario, valora su presencia en la vida de Lucy (según él, ella es “el rojo en sus pinturas”), y le dice que él siempre quiso que la niña tuviera una madre. 

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