El amor en los tiempos del COVID- 19



Sin dudas, la aparición del coronavirus en nuestras vidas ha significado un hito que probablemente no olvidaremos. Son muchos los aspectos cotidianos que se vieron modificados por la pandemia que tiene en vilo al mundo desde el mes de enero, y a nuestro país en estado de confinamiento desde marzo. 

Una de las esferas humanas más afectadas es la relacional. Acostumbrados a vincularnos a diario con familiares, amigos, parejas, compañeros, vecinos y conocidos, la pandemia (y la cuarentena iniciada con el objetivo de combatirla) impactó directamente en nuestros modos de relacionarnos, los cuales, en nuestra cultura, se basan muy fuertemente en lo corporal. Abrazos, besos, caricias, palmadas en el hombro, tuvieron que ser reemplazados por saludos con la mano, videollamadas, fotos, videos y otros recursos facilitados por dispositivos digitales, que, si bien permiten acortar distancias, nunca reemplazarán la calidez de la cercanía física y el contacto piel con piel. 

Una de las relaciones que sufrió más profundamente los efectos de la pandemia es la amorosa o de pareja. Convivencias full time, noviazgos a distancia, mudanzas y casamientos postergados, relaciones no iniciadas, son algunas de las consecuencias del confinamiento en este plano. 

Parafraseando a Gabriel García Márquez, en los sucesivos posts les propongo reflexionar acerca de las particularidades de los vínculos amorosos en los tiempos que nos tocan vivir, profundizando en las fortalezas y desafíos que la pandemia ha significado para la vida en pareja. 

Cuarentena: período de oportunidades y desafíos

El aislamiento obligatorio implicó, para muchas parejas, tener que convivir prácticamente todo el día, excepto en los casos de parejas compuestas por miembros del personal esencial, que debió continuar con sus actividades laborales fuera del hogar. Esta situación resultó atípica para la mayoría de ellos, implicando oportunidades y desafíos. Les propongo que a continuación exploremos algunos de ellos.

En primer lugar, la cuarentena permitió a las parejas compartir más tiempo, momentos y actividades cotidianas, siendo en ese sentido una oportunidad para el crecimiento del conocimiento mutuo, así como del vínculo entre ellos. A este respecto, cabe destacar que hay muchas parejas que normalmente no comparten más que el desayuno y la cena, con suerte el almuerzo y a veces ni siquiera esos momentos. Si bien el mayor tiempo compartido ha sido beneficioso para las parejas, por otra parte, ha implicado un importante desafío, ya que modificó las rutinas y la organización de la vida cotidiana. 

Veamos algunos ejemplos para explicar a qué me estoy refiriendo. Tomemos el caso de parejas compuestas por dos personas trabajadoras que tienen horarios laborales diferentes, por lo cual tradicionalmente cada uno de ellos tenía períodos durante los cuales se hallaba solo en su casa, pudiendo destinar este tiempo a actividades personales de su preferencia, sin ningún condicionamiento por la presencia del otro. Con el inicio del aislamiento obligatorio, esta organización doméstica se vio alterada, siendo reemplazada, en muchos casos, por una convivencia durante las 24 hs. En estas circunstancias, la presencia del otro puede ser vivida como una invasión a la intimidad, especialmente si cada miembro de la pareja solía disfrutar de los momentos de soledad en su hogar. Esto hizo necesario establecer acuerdos para que la convivencia fuera lo más amena posible, respetando las necesidades de cada uno. Una buena estrategia ha sido acordar una distribución de espacios dentro de la casa, así como períodos en los que cada miembro de la pareja puede usarlos. De este modo, cada uno dispone de lugares y momentos de intimidad, a fin de desarrollar sus actividades personales.

Una situación similar a la descrita en el post anterior es la de las parejas en las que uno de sus miembros estaba la mayoría del tiempo en su casa, y el otro trabajaba fuera de su domicilio, habiendo pasado este último a realizar home office a partir del aislamiento obligatorio. En este caso, la persona que solía estar en casa puede haberse sentido invadida e intimidada por la presencia del otro, quien, por otra parte, tuvo que adaptarse a pasar más tiempo en su casa. Lo ideal, en estos casos, es que, de ser posible, se destine un lugar de la casa como oficina para quien está haciendo home office, dejando los demás a disposición del otro miembro de la pareja, a fin de que este último pueda continuar haciendo sus actividades como antes del aislamiento. 

En relación al home office, el mismo ha permitido que cada miembro de la pareja conozca de forma directa las actividades laborales y la modalidad de trabajo del otro, facilitando la comprensión y el respeto por las tareas inherentes al puesto de cada uno. En definitiva, ha sido una forma de conocer al otro en un contexto y en facetas que difieren de lo doméstico, por más que, eventualmente, se desarrolle en el domicilio de la pareja.  

En conclusión, considero que la cuarentena ha sido una situación contextual que afectó los modos de relacionarnos con nuestras parejas, implicando desafíos que pueden derivar en un fortalecimiento de los vínculos o, por el contrario, desatar situaciones conflictivas que pongan en jaque la relación. El desenlace dependerá de los recursos de cada miembro de la pareja, del funcionamiento de esta última como díada, así como de la voluntad y el compromiso para hacer de esta situación atípica una oportunidad de crecimiento personal y compartido. 

Relaciones a distancia: el desafío de sostener el amor 

De todos los efectos de la pandemia en la vida amorosa y de pareja, uno de los más profundos se ha producido en las relaciones entre personas que viven en diferentes lugares. Si bien estos vínculos se han sostenido bajo la premisa de la relación a distancia, antes de la pandemia estas parejas tenían la posibilidad de reunirse con cierta frecuencia. A partir del inicio de la cuarentena, la suspensión de los viajes a larga distancia imposibilitó que se encontraran físicamente, por lo cual la relación pasó a basarse de forma exclusiva en la virtualidad. Esta última, si bien siempre insuficiente, puede haber resultado al menos aceptable para la mayoría de las parejas durante la primera etapa de la cuarentena, sobre todo teniendo en cuenta que al principio parecía que la misma iba a durar sólo unas semanas. Sin embargo, con el correr de los meses, el sostenimiento de las relaciones a distancia puede haberse tornado más complejo para muchas de ellas, afectando el modo de vincularse. Esto ha estado muy condicionado por factores subjetivos de cada miembro de la pareja, así como por el estilo y la calidad de relación entre ellos, y la historia del vínculo.   

Hay que considerar que, si bien estas parejas estaban acostumbradas a compartir poco tiempo y a verse espaciadamente, esa situación era conocida y aceptada por ambas partes al momento de decidir sostener la relación a distancia. Por el contrario, las circunstancias generadas por la pandemia, con la imposibilidad de encontrarse durante meses, fueron totalmente inesperadas e involuntarias, implicando un desafío para afrontar el cual no todas las personas cuentan con los recursos personales necesarios.

En este contexto, las crisis de pareja (de por sí frecuentes) se vuelven más probables, siendo la comunicación una herramienta fundamental para superarlas, a fin de salir fortalecidos de ellas. Es imprescindible que ambas personas tengan la libertad de expresar sus pensamientos y sentimientos acerca de la relación, a fin de que cualquier situación conflictiva que surja pueda ser planteada y abordada en búsqueda de una solución lo más satisfactoria posible para los dos. Si bien a veces no es posible hacer los cambios en la relación que ambas o alguna de las partes esperan o desean, siempre se puede buscar la solución que más se acerque a lo que cada uno necesita. A pesar de que las discusiones frecuentes no son saludables para la pareja, la falta de diálogo y la incomunicación de los sentimientos pueden profundizar la distancia afectiva entre los dos. 

Otro desafío que deben enfrentar estas parejas es el reencuentro. Si bien, por un lado, el mismo es muy ansiado por ambos, por el otro implica readaptar la vida cotidiana, la cual se estaba desarrollando hasta el momento en ausencia física del otro, a convivir nuevamente con la pareja, siendo necesario, en muchos casos, hacer cambios en las rutinas de ambas partes, así como ceder espacios propios para dar lugar a otros compartidos. 

En conclusión, las relaciones a distancia son una muestra clara de que el amor es una construcción diaria, en la que cada uno debe poner su granito de arena para mantener vivo el sentimiento, y continuar en la hermosa, pero no siempre fácil, aventura de estar juntos, más allá del tiempo y la distancia. 

En búsqueda del amor en tiempos de pandemia

Quisiera concluir estas reflexiones deteniéndome en la particular situación que han atravesado este año muchas personas que desean iniciar una relación amorosa, por lo que están interesadas en conocer gente. La pandemia y la cuarentena no han sido circunstancias muy favorables para ellos, ya que han limitado las posibilidades de vincularse socialmente y, por lo tanto, de iniciar nuevas relaciones. En este contexto, la virtualidad, si bien, como ya dijimos, siempre limitante en cuanto a las posibilidades relacionales, ha permitido unir a desconocidos durante la cuarentena, facilitando, en cierto sentido, el posterior encuentro cara a cara, que pudo concretarse una vez que comenzaron a flexibilizarse las medidas sanitarias. 

Si bien la habilitación de bares y otros espacios gastronómicos significó un avance en este sentido, la limitación en la cantidad de personas, así como la separación de las mesas dentro de los locales, no facilitaron la interacción entre desconocidos. 

Esta situación ha cambiado en los últimos meses, durante los cuales se ha observado en muchas personas, especialmente en los más jóvenes, una relajación de las medidas de autocuidado, habiendo retomado muchos de ellos las modalidades relacionales previas a la pandemia. 

Más allá de estos casos particulares, para otras personas, aventurarse a conocer gente nueva en estos tiempos puede vivirse con mucha ansiedad, por diversos motivos. En primer lugar, el largo período de cuarentena y la suspensión de eventos sociales impidieron la concreción de encuentros entre amigos, familiares y conocidos, siendo éstos uno de los ámbitos en los que se suele conocer personas de forma espontánea, sin tener que planificar un encuentro. 

Por otra parte, la situación de pandemia que vivimos ha afectado la confianza en los vínculos sociales, debido al riesgo de contagio que implica el encuentro con personas ajenas a nuestro círculo íntimo. Desde el inicio de la situación de transmisión comunitaria del virus, cualquier persona puede ser portadora del COVID- 19, motivo por el cual muchos pueden sentir ansiedad frente al encuentro con un desconocido. 

No obstante, muchos prefieren correr este riesgo con tal de retomar su vida social. Es el caso de personas solteras que tienen interés en iniciar una relación amorosa, para lo cual necesitan abrirse a nuevos vínculos. En estas situaciones, se prioriza la necesidad afectiva ante el riesgo al contagio. En definitiva, no debemos olvidar el hecho de que, si bien es muy importante cuidar nuestra salud física y comunitaria, evitando propagar la enfermedad, todas las personas tenemos necesidades sociales y afectivas, las cuales también deben ser satisfechas. Por supuesto, estos encuentros deben hacerse de la forma más cuidada posible, a fin de disminuir los riesgos de contagio. 

En conclusión, podemos decir que iniciar una relación amorosa, que nunca ha sido un proceso sencillo, se ha convertido en estos tiempos en un desafío que nos invita a reforzar nuestro compromiso con la comunidad, asumiendo un rol activo en el mantenimiento de la salud colectiva, sin descuidar, por ello, nuestras necesidades personales. Creo que, en última instancia, en eso consiste el amor: en querernos bien, en cuidarnos en todos los aspectos, para que esta época pase pronto a ser una anécdota acerca del modo de vincularnos en tiempos de pandemia.

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