El proceso gestacional: desde el embarazo al puerperio. Transformaciones y crisis


El cuerpo en gestación 
Sin dudas, el embarazo, el parto y el puerperio son una de las instancias más movilizantes que puede vivir una mujer. Son procesos que atraviesan al organismo en su totalidad, afectando y modificando cada una de sus áreas.
Uno de los aspectos de la persona que se ve más afectado en este proceso es el corporal. El cuerpo se modifica desde la misma fecundación, con cambios hormonales que repercuten en diferentes aspectos de su organismo, como ser, la digestión, la fuerza física, el sueño, entre otros. 
Por otra parte, el cuerpo se va modificando en aspecto y forma a medida que avanza el embarazo, lo cual repercute en la imagen corporal. Se ensanchan las caderas, el vientre crece a medida que avanza el embarazo, puede haber hinchazón de piernas y pies, así como también en el rostro. 
Todos estos cambios deben ser procesados psíquicamente por la persona gestante, quien tiene que adaptarse a su nuevo cuerpo, y aprender a convivir con él. El solo movimiento corporal se ve modificado, ya que la mujer no tiene la misma agilidad con la que antes contaba, ni igual resistencia física, siendo muy frecuente que se sienta más cansada de lo habitual. 
Estas modificaciones afectan la vida de la mujer embarazada en su totalidad, ya que deberá adaptar su rutina diaria a sus reales posibilidades en cada etapa del embarazo. Este proceso de adaptación no siempre es aceptado fácilmente por la persona gestante, quien puede sentir estos cambios como limitaciones a sus posibilidades. Estos sentimientos pueden intensificarse en caso de que ese embarazo no haya sido planificado, y sea vivido como un obstáculo para otros proyectos personales. 
Por este motivo, es fundamental que la persona gestante cuente con una red de apoyo y contención que la acompañe durante todo este proceso, brindándole herramientas para superar las dificultades que puedan presentarse. 
En este proceso, el acompañamiento psicológico puede ser muy enriquecedor, ya que la vida emocional y afectiva de la mujer embarazada suele ser vivida como un torbellino, por los cambios bruscos de humor y las emociones a flor de piel que suele experimentar. 
En los próximos posts, seguiremos reflexionando sobre este proceso complejo que comienza en la fecundación. 

El parto: ese momento tan particular
El parto es un momento de la vida de una mujer embarazada que suele despertar un sinfín de emociones, incluso desde el inicio del embarazo. Fantasías, temores, deseos, expectativas, son puestos en juego en relación al momento del parto, por algunas personas esperado, por otras temido. 
Culturalmente, el parto ha sido concebido de muy diversas maneras. En primer lugar, podemos remitirnos a ciertos pasajes bíblicos que dicen “parirás con dolor”. Hay un mandato implícito allí, que funciona muchas veces como fantasía en la mujer embarazada, tiñendo el momento del parto de emociones negativas por las sensaciones dolorosas que se asocian al mismo. 
Esto no ayuda a la persona gestante a predisponerse positivamente para el momento del nacimiento de su hijo, e incluso puede interferir el natural desenvolvimiento de ese proceso. Por este motivo, cobra especial relevancia el acompañamiento profesional y humano a la mujer durante los meses previos al nacimiento del bebé, para que pueda llegar al mismo tranquila y confiada de su capacidad para atravesar esta etapa. Además, es fundamental desmitificar todas aquellas falsas creencias que puede tener la mujer embarazada en relación al parto, como consecuencia de la información que le ha llegado al respecto a lo largo de su vida. En este sentido, la figura del médico obstetra y de las parteras cobran una especial importancia, ya que son los que pueden ayudar a la mujer a evacuar sus dudas. 
En relación a esto, cabe destacar la importancia de respetar los tiempos de la persona gestante, en relación a su disponibilidad para recibir información sobre el proceso de parto. No todas las personas que atraviesan esta situación quieren saber en detalle todo acerca de dicho proceso; no olvidemos que la información que llega a una persona embarazada, que de por sí está imbuida en un torbellino de emociones, tiene efectos en ella, quien debe procesarla e integrarla a lo que ya sabe al respecto. 
En cuanto al momento del parto en sí, el mismo es una de las grandes crisis que puede vivir una mujer (en el sentido de momento crucial por la importancia que tiene en la vida), ya que marca el inicio de una nueva etapa: la maternidad. Si bien esta última comienza a gestarse incluso antes del embarazo, con el sólo deseo de ser madre, una vez que nace el bebé, la mujer que acaba de dar a luz debe asumir ese rol con los recursos que tiene a disposición en ese momento, que no siempre son los necesarios ni los mejores. 
En ese momento tan especial, la mujer necesita sentirse respetada, contenida y comprendida en sus vivencias, sensaciones y sentimientos, muchos de los cuales estará experimentando por primera vez, si es su primer parto. Ese respeto debe ser brindado por todas las personas que intervengan, de un modo u otro, en el proceso de parto, desde las parteras, el médico ginecólogo, otros miembros del equipo de salud y familiares. 
En relación al tipo de parto, cabe aclarar que cualquier nacimiento se considera parto, más allá de que sea vaginal o por cesárea. Suele denominarse parto “natural” al vaginal, y el parto por cesárea a veces no es considerado tal. No obstante, es importante saber que en ambos casos se trata de un parto. 
En la actualidad, y hace ya algunos años, han comenzado a surgir movimientos que abogan por un parto humanizado y respetado, como respuesta a la violencia obstétrica de la que muchas mujeres han sido víctimas. Dichas tendencias se reflejan en diferentes opciones que las mujeres gestantes pueden considerar al momento de dar a luz, como ser, el parto domiciliario, el parto acuático, entre otros. Si bien estas formas de parir no suelen ser una opción para cualquier mujer, es importante tenerlas en cuenta, ya que es fundamental que la embarazada se sienta cómoda en el momento del parto, poniendo a disposición todos los recursos que estén al alcance para lograrlo. 

La violencia obstétrica
La violencia, como problemática humana y social, atraviesa todos los ámbitos de la vida cotidiana, por lo cual el contexto del embarazo y el parto no está exento de la misma. 
La violencia obstétrica es definida como “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales” (www.argentina.gob.ar, párr. 1). Teniendo en cuenta esta definición, podemos reflexionar acerca de la cantidad de situaciones de violencia obstétrica que ocurren a diario en los hospitales y clínicas de nuestro país. 
El sólo hecho de no informar a la mujer embarazada acerca de sus derechos y opciones al momento del parto constituye un acto de violencia obstétrica muy habitual y por esto naturalizado. Además, algunos miembros del personal de salud de centros de asistencia a la mujer embarazada tienen poca consideración por los sentimientos y vivencias de ésta, tratándola, en algunas ocasiones, como un “caso” más, con lo cual la subjetividad de la persona no es tenida en cuenta. 
En las situaciones más graves, las mujeres embarazadas han sufrido maltrato verbal y físico de parte del personal sanitario. Son harto conocidas frases como “si te gustó abrir las piernas, ahora aguántate”, frente a manifestaciones de dolor y sufrimiento de la mujer durante el trabajo de parto.  Encontramos otros ejemplos en los “retos” por parte del personal médico hacia la mujer que expresa su malestar, tratándola de “cagona” o “maricona” por llorar.
Otros ejemplos de este tipo de violencia es la realización de prácticas médicas, como cortes o administración de medicamentos, sin informar previamente a la embarazada acerca de las mismas, ni del objetivo con el que se llevan a cabo. También constituyen actos de violencia obstétrica la imposibilidad de que la mujer que acaba de dar a luz vea y tenga contacto con su hijo recién nacido, excepto que, por motivos de salud del bebé, éste deba ser asistido de forma urgente. Otras mujeres han denunciado que las han dejado solas en un pasillo luego de haber dado a luz, sin acompañamiento ni asistencia médica, y en muchos casos sin información acerca del estado de su bebé, ni el suyo propio. 
Por otra parte, debemos considerar las situaciones en las que ha habido pérdidas de embarazo o muerte prenatal, y las mismas han sido comunicadas con falta de tacto y consideración por los sentimientos de la mujer embarazada y el padre del bebé o la pareja de aquélla. Se trata de situaciones muy delicadas y atravesadas por muchas emociones, por lo cual deben ser abordadas por un equipo interdisciplinario, integrado por personal médico y de salud mental. Este último es fundamental en estos casos, ya que es necesario contener la crisis que puede desencadenarse en la mujer gestante a partir de la comunicación de la pérdida. 
Todas estas experiencias violentas han llevado a muchas mujeres a temer intensamente el momento del parto, hecho lamentable si tenemos en cuenta que se trata del nacimiento de su/s hijo/a/s, y por tanto, debería ser un momento grato y no desagradable. 
En algunos casos, las mujeres que han sufrido este tipo de violencia llegan a rechazar cualquier posibilidad de volver a ser madres, con tal de no volver a vivir las horribles experiencias padecidas. 
En conclusión, es fundamental que todos los profesionales y personal de salud que trabajen con mujeres embarazadas estén capacitados para ofrecer un adecuado acompañamiento, con calidad profesional y calidez humana, que permita que aquéllas vivan su proceso de embarazo y nacimiento de sus hijos de la mejor forma posible, guardando gratos recuerdos del mismo.

El puerperio: una etapa compleja
Si hay una etapa compleja en la vida de una mujer, ésa es el puerperio. El mismo es definido como “la etapa que atraviesa una mujer después de dar a luz y antes de recuperar el mismo estado que tenía antes de quedar embarazada” (Pérez Porto y Gardey, 2015, párr. 1).
Más allá de una definición formal del mismo, podemos considerar al puerperio como el período inmediatamente posterior al parto. Como tal, se caracteriza por modificaciones importantes en el plano orgánico, psíquico y social, que afectan la vida de la mujer en su totalidad. 
Una vez que la mujer da a luz, pasa de un estado de embarazo, en el que su hijo se encontraba dentro de su vientre, a otro en el que el niño pasa a formar parte de su mundo externo, y debe ser atendido en sus necesidades básicas de alimentación, cuidado, abrigo, higiene y cariño. 
A esta situación, de por sí compleja, debemos añadir el hecho de que la mujer se está recuperando de su parto, natural o por cesárea, por lo cual no se halla en las mejores condiciones para ocuparse de su bebé. No obstante, debe hacerlo de todos modos, más allá de que cuente con una red de apoyo, cuya presencia puede hacer más llevadero este proceso de adaptación. 
Por otra parte, en esta etapa la mujer sufre una serie de modificaciones hormonales, como consecuencia del proceso de parto y el inicio de la lactancia, las cuales tienen repercusiones en su estado psicológico. Es frecuente que tenga cambios en su estado de ánimo, los cuales, sumados, al cansancio propio de la adaptación al ritmo del bebé, la vuelven más sensible y susceptible a todo lo que sucede a su alrededor. 
Uno de los aspectos que se ven afectados durante el puerperio es el corporal. La mujer, cuyo cuerpo había comenzado a sufrir modificaciones por el proceso de embarazo, se encuentra en un cuerpo que no es el mismo que antes de este último, pero también es distinto al que tenía estando embarazada. Esto supone cambios en la imagen corporal, la cual debe adaptarse tanto durante el embarazo, como al concluir éste. 
Muchas mujeres viven todos estos cambios con angustia, ya que no se hallan en el cuerpo nuevo que tienen luego del parto. Hay una falta de identificación con ese nuevo aspecto físico, la cual muchas veces se pone de manifiesto en frases como “ésta no soy yo”, “éste no es mi cuerpo”, “quiero volver a ser la de antes”. 
En verdad, es importante saber que la mujer no “pierde” su cuerpo por el embarazo y el nacimiento de su hijo; simplemente, se trata de que el propio cuerpo sufre modificaciones a las que la mujer debe adaptarse. No obstante, muchas mujeres sí lo viven como una pérdida, y por esto deben hacer el duelo por estos cambios. 
Es importante aclarar que los procesos corporales propios del embarazo y el puerperio son subjetivos y particulares de cada persona, por lo cual las experiencias al respecto son intransferibles. Es necesario tener esto en cuenta para evitar comparaciones, que no hacen más que dejar en segundo plano la experiencia de cada mujer, y puede despertar sentimientos de malestar cuando estas comparaciones son negativas para la mujer que acaba de dar a luz. 

Duelo perinatal
Una situación muy delicada en este sentido se observa en los casos en los que hay muerte prenatal (durante el embarazo) o perinatal (durante el parto o luego del mismo) del bebé, situación que suele ser vivida con mucho dolor por la mujer embarazada o que acaba de dar a luz, así como por todo su entorno. En estos casos, al puerperio habitual se suma el dolor por la pérdida del hijo; la mujer debe atravesar todo el proceso propio de esta etapa, con todos los cambios y molestias inherentes a la misma, con la añadidura del duelo por la pérdida de su bebé. Ésta es una de las situaciones más críticas y difíciles que puede vivir una mujer, ya que un momento que debiera ser de felicidad por el nacimiento del bebé, se convierte en una etapa de profunda tristeza por la pérdida. 
En este caso, muchos procesos corporales que se dan naturalmente en el puerperio, se ven modificados por la ausencia del bebé. Uno de ellos es el de la lactancia, la cual suele activarse a partir del parto, por la liberación de oxitocina y prolactina, y que puede profundizar el dolor por la asociación directa con el bebé, quien debía alimentarse con la leche materna. En estos casos, es recomendable interrumpir la producción de leche con alguna medicación recetada por el médico obstetra.
Aquí, se hace especialmente necesario el acompañamiento a la mujer que ha parido, para que pueda atravesar la etapa del puerperio de la forma más amena posible o, aunque sea, con el menor dolor posible, intentando que los cambios propios del puerperio no profundicen la crisis producida por la pérdida de su hijo. Puede ser de gran ayuda la consulta conjunta a un psicólogo y un psiquiatra, que evalúen, junto con el médico obstetra, el tratamiento más adecuado para cada mujer. 

Los mandatos culturales acerca del cuerpo materno
En este apartado, quisiera invitar a la reflexión acerca de los mandatos culturales y sociales en torno a la maternidad, especialmente en cuanto al cuerpo materno. 
Hace varias décadas, nos hemos acostumbrado a ver noticias sobre mujeres famosas que han sido madres y a los pocos meses muestran un cuerpo que no parece haber atravesado un proceso de embarazo, parto y puerperio, ya que se halla prácticamente en las mismas condiciones previas al embarazo. En muchos casos, este proceso de recuperación del cuerpo puede haberse dado de forma natural, pero en otras oportunidades es consecuencia de un gran esfuerzo por parte de la mujer, que incluye una dieta estricta y ejercicio físico intenso, los cuales pueden interferir en los procesos naturales de recuperación de los tejidos, así como tratamientos estéticos especiales. Si bien este cambio rápido puede responder a los deseos personales de la mujer, en la mayoría de los casos está muy condicionado por expectativas sociales y culturales, que la empujan a intentar recuperar su figura lo más rápido posible. Esto se ve intensificado en los casos en que la mujer, por su actividad laboral, se ve presionada a mantener una buena imagen externa (es el caso de modelos, actrices y profesiones que implican exposición).
Lo llamativo es la forma en que los medios de comunicación han destacado noticias de este tipo, con titulares como “espléndida a dos meses de dar a luz”, con una clara valoración positiva de esta rápida transformación del cuerpo para “recuperar” la figura que tenía la mujer antes del embarazo. Estos comentarios llevan, casi inevitablemente, a comparaciones entre estas experiencias personales y la de otras mujeres en cuanto a su proceso de recuperación luego del parto, las cuales pueden distar mucho de aquéllas.
Por otra parte, y afortunadamente, algunas mujeres conocidas públicamente han comenzado a difundir experiencias de post parto que se acercan más a la de la mayoría de las mujeres, por lo menos en cuanto a las modificaciones corporales, lo cual aporta un granito de arena al derribamiento de los mandatos que recaen sobre la maternidad. 
En verdad, el embarazo y el puerperio modifican el cuerpo de cada mujer de un modo muy particular, por lo cual cualquier comparación entre experiencias personales termina siendo perjudicial, ya que puede despertar sentimientos de malestar en la mujer que no logra amoldarse al ritmo “ideal” de recuperación post parto.
Debemos tener en cuenta que la presencia del bebé y la necesidad de amoldarse a su ritmo hacen que la recuperación post parto no sea siempre una tarea sencilla. Si bien en general la mujer obtiene el alta médica para retomar la actividad física al mes de haber dado a luz, incluso en los casos de cesárea, no siempre cuenta con la energía y el tiempo necesarios para hacerlo, o puede tener dificultades para organizar nuevamente su rutina incorporando la actividad física. Lo mismo sucede con la alimentación: lo ideal es que la mujer haga una dieta equilibrada en nutrientes, sobre todo si está dando de mamar, pero la realidad es que muchas veces no tienen tiempo para sentarse a comer tranquila, y menos aún para diseñar un plan alimentario y conseguir los insumos para llevarlo a cabo, lo cual, por otra parte, implica una inversión económica que no siempre está en condiciones de sostener, sobre todo teniendo en cuenta los nuevos gastos derivados de la llegada del bebé. 
En conclusión, y retomando el tema de la violencia obstétrica, podemos pensar a estas imposiciones ideales en la recuperación del cuerpo en el post parto como actitudes violentas que también hay que modificar, a fin de que la mujer viva el tiempo posterior al embarazo de manera respetuosa a sus propios tiempos, pudiendo procesar psíquicamente todos los cambios que viene sufriendo desde el comienzo del embarazo. Sólo así será posible empezar a correr el eje del puerperio desde una visión negativa a otra que enfatice lo hermoso del primer período de la mujer como madre, junto a su pequeño hijo.

Lactancia materna: un proceso complejo, rodeado de mitos y mandatos
A modo de cierre de estas reflexiones sobre la maternidad, me gustaría dedicarle unas líneas a la lactancia y todo lo que ella implica.
La leche materna es el primer alimento natural que un niño recibe luego del nacimiento. Por otra parte, la lactancia, más allá de su función nutricia, es la que favorece esa primera vinculación entre la madre y el bebé. 
Durante siglos, la lactancia fue el principal y único alimento de los niños en sus primeros años de vida. Luego, esta tarea fue, en algunos casos, delegada a otras mujeres, las famosas nodrizas, especialmente en las familias más acomodadas, desvinculando, de este modo, a la lactancia de la relación madre- hijo. Esto, sin embargo, no hizo que la lactancia perdiera su función vincular, por lo que los niños amamantados por nodrizas forjaron con éstas, relaciones afectivas muy estrechas, similares, en muchos aspectos, a la relación materno- filial. Esto estaba reforzado por el hecho de que las nodrizas también eran, en muchos casos, quienes pasaban mayor tiempo con el niño, jugando y compartiendo momentos importantes de sus vidas; de ahí que se las haya conocido también como “amas de leche” o “madres de sustitución”.
En otras épocas de la historia, la leche materna fue desvalorizada y reemplazada por leches de fórmula, consideradas más nutritivas y saludables que aquélla. Esto, por supuesto, fue impulsado por los laboratorios y comerciantes de dichas leches, que se vieron beneficiados económicamente por este desprestigio a la leche materna. 
Afortunadamente, en las últimas décadas se comenzó a rescatar nuevamente el valor de la leche materna y del amamantamiento, al punto tal que la lactancia se volvió, en muchos casos, un mandato que cualquier “buena” madre debía cumplir para ser considerada tal. Esta posición extrema también ha traído dificultades a las madres, quienes, en muchos casos, se han sentido obligadas a dar el pecho, a pesar de no desearlo, de sentirlo como algo incómodo e incluso doloroso. 
En verdad, la lactancia es un proceso complejo y muy personal, que se da en el marco de la relación entre una madre y su bebé, el cual está condicionado por muchos factores, personales, vinculares y contextuales. En primer lugar, la madre tiene derecho a decidir si quiere amamantar o no; más allá de que la lactancia es recomendada por expertos por sus beneficios alimenticios, sanitarios y vinculares, es un proceso que modifica profundamente la vida de una mujer, por lo que, si ésta no se siente en condiciones de amamantar, debe ser respetada en esta decisión. No debemos olvidar que, quien debe poner el cuerpo (en este caso, no sólo de forma metafórica) en el proceso de lactancia es la propia madre, por lo cual ella sabe si se siente en condiciones de sostener todo lo que esto implica.
Debemos tener en cuenta que, cuando una mujer decide amamantar, debe estar disponible para su hijo prácticamente todo el día, sobre todo durante el puerperio, etapa en la que el niño se alimenta “a demanda”, es decir, cada vez que él pide el pecho, generalmente a través del llanto. Esto implica que la responsabilidad por la alimentación del niño recae casi exclusivamente en la madre, excepto que el bebé complemente la lactancia con leche de fórmula, que pueda darle otra persona. 
La lactancia a demanda hace que los tiempos de la madre estén totalmente condicionados por los de su hijo, teniendo que adaptar sus actividades personales a los ritmos del niño. Esto, que parece algo lógico y natural, no siempre es asumido de forma positiva por la madre, ya que puede sentirse muy limitada en su diario vivir. 
Por este motivo, es importante no emitir juicios de valor frente a las decisiones y posturas tomadas por las madres en relación a la lactancia, ya que no somos nosotros quienes debemos asumir las consecuencias de ese proceso, sino que la propia madre es quien debe comprometerse en la lactancia, y por tanto es ella quien siente y sabe hasta dónde puede y quiere hacerlo. 
Antes de concluir, quisiera detenerme en algunos mitos o falsas creencias que circulan socialmente acerca de la lactancia, y que influyen en la postura que una madre pueda tomar en relación a la misma:
“Dar pecho a demanda, genera niños dependientes”: la realidad es todo lo contrario: dar el pecho a demanda es necesario durante los primeros meses de vida del bebé, ya que éste necesita que sus necesidades sean satisfechas lo antes posible. Por otra parte, la necesidad alimenticia de cada bebé es particular, por lo que no todos los niños tomarán el pecho al mismo ritmo. En relación a esto, algunos médicos han sugerido que se amamante con intervalos fijos de tiempo, que generalmente son de 3 horas; en verdad, el pecho “a demanda” es, justamente, amamantar cuando el niño lo requiera, expresando su necesidad a través del llanto, y a medida que crece, en la búsqueda activa del pecho materno. 
Por otra parte, la adecuada satisfacción de las necesidades alimenticias y de contacto derivadas de la lactancia a demanda genera sentimientos de seguridad en el niño, quien se siente alojado por un vínculo y un ambiente protectores. Distinto es el caso del niño al que se deja llorar porque todavía no pasó el tiempo “ideal” entre tomas, lo cual puede despertar en él angustia, con sentimientos de abandono. Debemos tener en cuenta que los bebés no tienen tolerancia a la frustración, ni capacidad de comprender los motivos de postergación de la satisfacción de sus necesidades, por lo cual la falta del pecho cuando lo solicita produce sensaciones muy negativas en el niño.
“Si la madre no está tranquila o pasa por momentos de nerviosismo o angustia, la leche puede caerle mal al bebe”/”El estrés corta la producción de leche”: en relación a esto, Unicef (s/f) afirma que “el estrés o miedo extremo puede aletargar el flujo de leche pero se trata de una respuesta temporal del organismo ante la ansiedad” (p. 3). En cuanto al primer mito, es algo totalmente falso, ya que el estado psicológico de la madre no altera la calidad de la leche, por lo cual no puede producir efectos perjudiciales en la salud del bebé. 
“Dar el pecho maniata a la mamá” /”Una madre no puede amamantar y estudiar o trabajar”: estas falsas creencias hacen referencia a las limitaciones que sufriría la madre al optar por la lactancia, considerando que esta última la esclaviza con respecto a su hijo. Si bien es cierto que dar de mamar condiciona los tiempos de la madre, existe la posibilidad de complementar la lactancia con mamadera, incluso de la misma leche que la madre puede extraer de sus pechos. Esto permite que la mujer retome sus actividades una vez pasado el período de post parto, y de acuerdo a sus posibilidades y deseos personales, lo cual dependerá de cómo se organice la mujer con el padre de su hijo, su pareja o colaboradores de crianza, dividiendo tareas. 
“La lactancia materna es fácil, instintiva”: este mito se apoya en la existencia de un “instinto materno”, que haría que toda mujer esté preparada naturalmente para todas las funciones inherentes a la maternidad, incluyendo la lactancia. En verdad, la mujer necesita informarse acerca de la lactancia y el amamantamiento, teniendo en cuenta la preparación previa necesaria (como ser, el tratamiento de los pezones con cremas para evitar posibles lesiones), así como las diferentes opciones que tiene en cuanto a la forma de dar el pecho (como ser, las posiciones en las que pueden ubicarse ella y su bebé, el uso de pezoneras, etc.) y posibles problemas de salud relacionados (por ejemplo, la mastitis o lesiones en el pezón), a fin de tomar medidas adecuadas frente a los mismos.
“Si le das el pecho tan mayor, le crearás un trauma”: este mito hace referencia a los límites evolutivos de la lactancia y al destete, considerando que la extensión del amamantamiento por un tiempo prolongado puede tener efectos psicológicos negativos en el niño. En relación a esto, la OMS recomienda la lactancia por al menos dos años, pudiendo extenderse de acuerdo a la necesidad del niño y la disposición de la madre. El destete es un proceso muy importante en la relación materno- filial, por lo que debe desarrollarse teniendo en cuenta los tiempos particulares de este vínculo. Aquí se ponen en juego tanto la necesidad del niño como la disponibilidad de la madre para la lactancia, interjuego que irá delineando el camino hasta el destete definitivo. No obstante, es fundamental que la madre y su entorno apuntalen este proceso, facilitando al niño su desarrollo como un ser humano autónomo, pero sin forzar cambios ni saltear etapas. 
“La lactancia frecuente puede dar lugar a la depresión post parto”: en relación a esto, cabe mencionar que ambos procesos, la lactancia, por un lado, y la depresión post parto, por otro, son independientes en cuanto a su curso, no siendo la primera causa de la segunda. No obstante, puede presentarse un cuadro de depresión post parto en una mujer que se encuentra amamantando, siendo recomendable la consulta a especialistas de salud mental para tratar estos síntomas. En este caso, de ser necesaria medicación, la misma deberá ser compatible con la lactancia, por lo cual el médico psiquiatra debe estar informado sobre esta última. 

Bibliografía:
Gardey, A. y Pérez Porto, J. (2015). Definición de puerperio. Extraído de https://definicion.de/puerperio/.
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. (8 de noviembre de 2020). Violencia obstétrica. Extraído de https://www.argentina.gob.ar/derechoshumanos/proteccion/violencia-obstetrica#:~:text=La%20violencia%20obst%C3%A9trica%20es%20aquella,patologizaci%C3%B3n%20de%20los%20procesos%20naturales.
Unicef (s/f). mitos y realidades de la lactancia materna. Extraído de https://www.unicef.org/Mitos_de_la_lactancia_materna.pdf.

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