Redes sociales: ¿campo de batalla o construcción colectiva?



El siglo XXI es, sin dudas, la era de la hiperconexión. Esto ha sido posible gracias al avance de las tecnologías de la comunicación y a internet, que han facilitado muchísimo contactarnos con otros, así estén en el punto opuesto del globo terráqueo.
En este campo, las redes sociales constituyen un terreno superpoblado en el cual sobrevuelan a diario miles de mensajes sobre temáticas sumamente diversas. 
La posibilidad de este intercambio tiene sus luces y sombras, dependiendo de la intención y el tono con el que se establezca. Los invito a reflexionar sobre estos aspectos.

Las redes sociales como posibilidad
Es innegable que, desde su aparición, las diversas redes sociales han permitido mejorar la comunicación entre sus usuarios, tendiendo lazos a donde antes había vacío. ¿Quién de nosotros no retomó el contacto con algún familiar o amigo del pasado gracias a Facebook o Instragram? ¿Cuántos usuarios de Twitter se mantienen actualizados en cuanto a las noticias diarias gracias a dicha red? ¿Acaso las empresas y locales comerciales no ofrecen sus productos a través de las mismas? 
Armar una reunión con ex compañeros de secundaria, crear una red de profesionales de todo el país o vender productos por internet sería casi imposible sin la existencia de las diversas redes sociales. De igual forma, las mismas permiten enriquecedores intercambios sobre temas diversos.
Cada una de ellas, con sus particularidades, facilita el desarrollo de muchas acciones que, además, aparecen unificadas en un solo perfil o usuario, a través del cual uno se da a conocer e interactúa con otros. 

El anonimato en las redes: ¿ventaja o inconveniente?
Una característica particular de las redes sociales es que son gratuitas y abiertas a todo público; basta con tener acceso a internet y a las aplicaciones de cada red para hacerse un perfil e interactuar con otros usuarios a través del mismo. Esto hace posible que prácticamente cualquier persona pueda abrir una cuenta en la red que desee, sin tener que facilitar datos personales que permitan identificarlo en la “vida real” (como contraparte de la “vida virtual”).
Esta condición de anonimato es, a mi entender, un arma de doble filo. Por un lado, permite interactuar libremente dentro de las redes sin correr el riesgo de exponer la vida privada frente a otros usuarios, muchos de los cuales son desconocidos para uno. Esto es una ventaja, particularmente, para las personas muy reservadas, a quienes se les dificulta mostrarse abiertamente frente a otros. 
Por otra parte, algunas personas se esconden detrás de su perfil virtual para expresar sus opiniones, muchas veces con tono agresivo. El anonimato los exime de hacerse cargo, en la vida real, de aquello que expresan en lo virtual, lo cual parece habilitarlos a decir lo que se les ocurra de la forma que quieran… ¿Cuál sería el riesgo de insultar a otro, descalificarlo o faltarle el respeto, si ese otro no sabe, en verdad, quien soy? Las personas que suelen asumir esa actitud son conocidas como “trolls”, definidos como usuarios que se dedican “a publicar contenidos ofensivos o falaces en Internet, con la intención de generar un clima negativo en una comunidad virtual o de distorsionar la realidad”. También se refiere a “identidades falsas que se emplean en la red para difundir información errónea de manera anónima” (https://definicion.de/troll/, 2015).
El hecho de no mostrar la verdadera identidad en una red social da cuenta de una actitud inmadura, de quien no tiene la capacidad de hacerse cargo de lo que dice y de cómo elije expresarlo. Lamentablemente, la cobarde actitud del troll lleva a sus víctimas a disminuir o directamente evitar su interacción en las redes, especialmente en sitios públicos, como ser, páginas de medios de comunicación, con tal de no volver a caer en manos de quien parece entretenerse provocando e insultando a otros. 
Frente a esto, debemos saber que la mayoría de las redes sociales permiten reportar a sus usuarios por actitudes inadecuadas, especialmente cuando éstas se dan en el marco de un grupo cerrado o coordinado por un moderador, quien justamente cumple la función de supervisar las publicaciones e intercambios dentro del grupo. 

Redes sociales y libertad de expresión
Un tema relacionado con el anterior es el derecho a la libertad de expresión dentro de las redes sociales. 
Si bien no caben dudas de que, al vivir en un estado democrático, todos tenemos derecho a expresarnos libremente, no debemos malinterpretar el concepto de “libertad de expresión”. Esta última se entiende como “aquel derecho que todo ser humano debe gozar, de expresar libremente sus opiniones, ser capaces de publicarlas o comunicarlas y que, a su vez, el resto de las personas las respeten” (Raffino, 2019) . 
Esta definición se refiere al derecho de dar a conocer la propia forma de pensar, siempre y cuando ésta sea transmitida de forma respetuosa hacia los interlocutores o destinatarios de la misma. 
Hoy en día, las redes sociales son los medios más utilizados por las personas para expresar sus opiniones y puntos de vista acerca de diversas temáticas, dando pie al desarrollo de interesantes intercambios sobre las mismas. Lamentablemente, estos debates no siempre se desarrollan de forma respetuosa; algunos participantes confunden libertad de expresión con poder decir y/o escribir cualquier cosa, aún cuando esto implique una falta de respeto o agresión hacia otros, ya sea directa (hacia un interlocutor en particular) o indirecta (hacia cualquier participante que lea el mensaje y pueda sentirse aludido). Muchas de estas faltas de respeto provienen de personas que se esconden detrás de su nombre de usuario en las redes, al que separan totalmente de su nombre real (trolls).
En relación a esta cuestión, es fundamental recordar que, por más que estemos interactuando en el mundo virtual, estas acciones pueden tener consecuencias en el mundo real y en nuestros vínculos sociales. Por este motivo, las redes sociales tienen sus propios códigos de convivencia, lo cual se ve, principalmente, en los grupos y foros virtuales cerrados, cuyo administrador supervisa las publicaciones de cada miembro, y bloquea aquellas que considera contrarias a las reglas del grupo.
Por último, considero importante destacar la importancia de la idea de “libertad de expresión” como posibilidad de expresar las ideas personales sin recibir por ello censura alguna. Esto no excluye hacerse cargo de las consecuencias de aquello que publicamos, siendo conscientes de que las respuestas que recibamos no siempre serán las esperadas, especialmente en sitios abiertos al público. Si bien lo ideal siempre es el trato respetuoso, sabemos que esto no siempre ocurre; no obstante, esto no nos tiene que llevar a perder el respeto a quien no lo tiene con nosotros. Cada uno sabe cómo elige desenvolverse en las redes, y es prudente interrumpir un intercambio si no nos sentimos cómodos en él. Nunca es aconsejable responder con más agresión, ya que esto suele terminar en una escalada violenta con un final poco feliz para uno o varios participantes. 

Conclusión
Como cualquier herramienta, las redes sociales traen consigo infinitas posibilidades, las cuales dependen del uso que se haga de ellas. Así como un martillo puede servir para construir, también puede volverse un arma letal. Lo mismo sucede con las redes: podemos enriquecernos a partir del intercambio en ellas, o hacer de las mismas un campo de batalla en el que cada uno trate de dominar a los demás. 
De nosotros depende en qué se conviertan. Seamos responsables y maduros en el uso que le damos. 

María Florencia Pesoa.
Lic. en Psicología. M. P. 1.392. 
Psicoterapia virtual. Jóvenes y adultos. 
Consultas y turnos: (0343) 154 543 051 (Paraná, Entre Ríos).
Mail: mariaflorenciapesoa@gmail.com.

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