La relación entre hermanos desde una perspectiva psicológica



Importancia de los hermanos en la vida

La presencia o ausencia de hermanos en una familia no es una condición inocua, sino que tiene efectos en el desarrollo y en la formación de la personalidad de niños y adolescentes.
Si bien en muchos casos el hecho de tener más de un hijo no responde a una decisión voluntaria de los padres, la presencia de los hermanos es fundamental en la vida de cualquier niño, y su influencia dependerá de múltiples factores, entre los cuales cabe destacar los siguientes:
- El orden de nacimiento de los hermanos.
- Las condiciones contextuales en las que cada niño ha nacido.
- El deseo de los padres de tener un hijo, previo al nacimiento de cada uno de ellos.
- La historia de cada hijo, en cuanto a posibles sucesos trascendentes y sus consecuencias en la vida del niño y/o adolescente.  
Si bien no podríamos determinar el modo en que cada uno de estos factores influye en la relación con los hermanos, es evidente que todos ellos intervienen, de un modo u otro, y más intensamente en un caso u otro, en el desarrollo de una persona en el contexto familiar y social.
Podría decirse que los hermanos son las primeras personas con las que nos relacionamos en tanto pares, y con las que debemos aprender a compartir el amor de nuestros padres o cuidadores primarios. Esto hace que su presencia sea fundamental en el moldeamiento de algunas características de personalidad y en el desarrollo de ciertas habilidades sociales.
Cabe mencionar que el vínculo entre hermanos está condicionado por el modo en que los padres fomenten estas relaciones, y por las actitudes que los progenitores presenten hacia cada hijo, las cuales son percibidas por él y por sus hermanos. Este último factor cobra especial relevancia en los casos en que los padres presentan actitudes diferenciales hacia cada hijo, particularmente en cuanto a la atención y a la importancia otorgada a las cuestiones relativas a cada uno de ellos.

La ¿inevitable? rivalidad entre hermanos

La rivalidad entre hermanos ha sido objeto de múltiples debates, recibiendo diversos tratamientos, desde la intención de eliminarla completamente hasta su naturalización absoluta.
En verdad, ninguna de estas dos actitudes extremas es adecuada, ya que, si bien es entendible cierto nivel de confrontación, en muchos casos ésta termina siendo el modo habitual de intercambio entre hermanos.
La base de la rivalidad primaria entre hermanos se encuentra en la necesidad de compartir la atención y el amor de los padres, familiares y allegados a la familia. Esta tendencia al enfrentamiento responde a características evolutivas propias de la niñez, una de las cuales es el egocentrismo infantil. Este último consiste en la tendencia de todo niño pequeño a centrarse en sus propias necesidades y deseos, en función de los cuales se comprende y se ordena el mundo. En este contexto, el nacimiento de un hermano implica para cualquier niño resignar una parte de la atención y el amor de los padres y otros seres queridos. Si bien los progenitores suelen enfatizar una y otra vez que aman a todos sus hijos por igual, y que el nacimiento de un hermano no implicará la disminución del amor hacia el primer hijo, desde el lugar del niño esta situación es vivida de otro modo, particularmente si el primer hijo ha sido, además, primer nieto y sobrino. En estas circunstancias, el nacimiento de un hermano probablemente sea vivido como conflictivo para el niño, quien se habrá acostumbrado a ser el centro de atención no sólo de su familia nuclear, sino también de la familia extensa (incluyendo las familias de origen de sus padres).
Teniendo en cuenta esta situación, es fundamental que en la familia se favorezca la relación entre hermanos desde el embarazo del segundo hijo, preparando al primogénito para el nacimiento de su hermano, a fin de que el nuevo niño sea esperado y no rechazado desde el primer momento. Se deben enfatizar los aspectos positivos del nacimiento del hermano, presentando a éste como un compañero con el que el niño mayor podrá jugar y compartir momentos agradables, más allá de las peleas, que seguramente habrá, entre ellos.

La situación de las llamadas “familias ensambladas”

Una situación particular respecto de la relación fraterna se observa en el caso de las llamadas “familias ensambladas”. Estas últimas se constituyen a partir de la unión de dos personas, generalmente separadas, divorciadas y/o viudas, una de las cuales (o ambas) tienen hijos de sus uniones anteriores.
Estas relaciones obligan a los hijos de ambas partes a relacionarse entre sí, lo cual no siempre se da de forma natural y amena, particularmente  cuando todos viven bajo el mismo techo. Los problemas derivados de esta situación pueden deberse a diversos factores:
- Separación de los padres: es importante tener en cuenta las condiciones en que se dio la separación y/o el divorcio de ambos progenitores de los niños y/o adolescentes (si la misma fue pacífica o conflictiva, si hubo una crisis matrimonial previa a la separación, el modo en que los hijos asumieron la disolución de la pareja parental, la edad de los hijos al momento de la separación, etc.). Si bien cualquier separación y/o divorcio son vividos como dolorosos por los hijos, cuando este proceso ha sido especialmente conflictivo, el duelo por esta separación suele ser más difícil de procesar por parte de los hijos, especialmente si alguno o ambos padres han formado una nueva pareja al poco tiempo. Estas dificultades pueden expresarse en la relación con los hijos de la nueva pareja del/los progrenitor/es, particularmente si los mismos son coetáneos a los propios hijos.
- Edad de los hijos de ambos miembros de la nueva pareja: si la diferencia de edad entre los hijos de cada miembro de la pareja es importante, es menos probable que haya roces entre ellos. En cambio, cuando los hijos de ambos se encuentran en la misma etapa evolutiva, la posibilidad de enfrentamientos y peleas aumenta, debido a que el hijo de la nueva pareja suele ser visto como un posible competidor. Esto se ve especialmente en los casos en que los hijos de la nueva pareja del progenitor ha desarrollado una buena relación con este último.
- Proceso de conformación de la nueva pareja: este factor es de suma importancia, y refiere al momento y el modo en que se ha dado la unión entre uno de los progenitores y su nueva pareja. Si dicha relación se ha iniciado al poco tiempo de haberse consumado la separación de los padres, es probable que los hijos se muestren más resistentes a aceptar a la nueva pareja, a quien pueden ver como un/a competidor/a por el amor de su progenitor. En el caso de que la nueva pareja tenga hijos, éstos también pueden ser vistos como competidores por el amor de su padre o madre, y como un signo de la consumación de la separación de la pareja parental, lo cual explicaría los roces y enfrentamientos.
- Actitud de los padres ante la relación entre los hijos de ambos: es fundamental que se fomenten las relaciones entre los hijos de cada miembro de la pareja, si bien estos intercambios no deben ser forzados, siendo importante que se respeten los espacios y tiempos de cada niño y/o adolescente; no hay que olvidar que la conformación de una nueva pareja por parte de uno de los padres suele derrumbar la ilusión de los hijos del restablecimiento del matrimonio original. Por otra parte, es fundamental evitar las comparaciones entre los hijos de ambos miembros de la nueva pareja.

María Florencia Pesoa.
Lic. en Psicología. M. P. 1.392.
Psicoterapia on line. Jóvenes y adultos.

Cel.: (0343) 154 543 051 (Paraná, Entre Ríos).
Mail: mariaflorenciapesoa@gmail.com.
Facebook: María Florencia Pesoa. Lic. en Psicología.
Instagram: florenciapesoapsicologa.

Comments

Popular posts from this blog

A mis amigos... Gracias y perdón

Violencia de género, patriarcado y heteronormatividad

El apto psicológico